El Truhán y su Maestro
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un pueblecito, no hace mucho tiempo, vivía un muchacho llamado Juanito con su papá. Juanito era muy listo, pero no sabía qué oficio aprender.
"Papá," dijo Juanito un día, "quiero aprender algo emocionante, ¡algo que nadie más sepa hacer!"
Su papá pensó y pensó, y finalmente lo llevó a un bosque un poco misterioso donde vivía un hombre del que decían que sabía muchos secretos.
Este hombre, con una barba muy larga y ojos que brillaban como estrellas, le dijo al papá: "Puedo enseñar a tu hijo todo lo que sé. Pero en un año, debes venir a buscarlo. Si no lo reconoces entre mis aprendices, se quedará conmigo para siempre." El papá, un poco preocupado pero queriendo lo mejor para Juanito, aceptó el trato.
Juanito aprendió muy rápido. El maestro era un mago muy astuto y le enseñó a transformarse en cualquier animal que quisiera. ¡Podía ser un perro juguetón, un pájaro veloz o hasta un pececito escurridizo que nadaba en el arroyo!
Pasó el año volando, y el papá fue a la casa del maestro. El maestro le mostró un corral lleno de perros de todas las razas y tamaños. "Adivina cuál es tu hijo," dijo con una sonrisa pícara. El papá miró y miró, pero todos los perros le parecían iguales. "No lo sé," dijo con tristeza.
"Bueno," dijo el maestro, "prueba con esto." Y abrió una gran jaula llena de pájaros cantores de mil colores. El papá observó cada pluma y cada trino, pero tampoco pudo reconocer a Juanito.
Justo cuando el papá estaba a punto de rendirse, sintiendo una gran pena en su corazón, un pajarito pequeño y sencillo voló y se posó en su hombro, susurrándole al oído con una vocecita apenas audible: "Papá, mañana el maestro me mostrará como un gorrión entre muchos otros. Seré el que te guiñe un ojo y luego se pose en tu sombrero."
Al día siguiente, el maestro sacó una jaula con muchísimos gorriones, todos muy parecidos. De repente, uno de ellos voló directo hacia el papá, le guiñó un ojito y se posó suavemente en su viejo sombrero.
"¡Este es mi Juanito!" exclamó el papá, lleno de alegría y abrazando al pajarito que enseguida volvió a ser su hijo.
El maestro se enfadó mucho al ver que había sido descubierto, pero tuvo que cumplir su palabra y dejar que Juanito se fuera con su padre.
De vuelta en casa, Juanito le dijo a su papá: "Papá, ahora que sé estos trucos, podemos usarlos para divertirnos y ganar algo de dinero. Mañana me convertiré en el caballo más hermoso que hayas visto. Véndeme en el mercado, pero por nada del mundo vendas también la brida. Solo el caballo, ¿entendido?"
Al día siguiente, Juanito se transformó en un caballo espléndido, con el pelo brillante y una mirada inteligente. Su papá lo llevó al mercado y pronto un hombre rico (que era el maestro disfrazado) ofreció una gran suma de dinero por él. "¡Vendido!" dijo el papá, y justo cuando el hombre iba a llevarse el caballo con la brida puesta, el papá la quitó rápidamente. "La brida no está en venta," dijo con firmeza.
El caballo (Juanito) dio un relincho de alegría, saltó por encima de los puestos del mercado y, antes de que nadie pudiera reaccionar, se transformó en un pájaro y voló de regreso a los brazos de su papá. ¡Estaban juntos y el maestro se había quedado sin caballo y sin dinero!
Pero el maestro no se rindió tan fácilmente. Unos días después, Juanito le dijo a su papá: "Esta vez me convertiré en un hermoso anillo de oro con una piedra preciosa. Véndeme en el mercado, pero recuerda, no vendas la cajita donde lo guardas, solo el anillo."
Así lo hizo el papá. El maestro, esta vez disfrazado de un elegante mercader, vio el anillo y ofreció una fortuna por él. El papá aceptó, pero cuando le entregó solo el anillo, el maestro se enfadó. En ese instante, Juanito-anillo rodó al suelo y, ¡zas!, se convirtió en un pequeño grano de trigo entre muchos otros que habían caído de un saco.
El maestro, rápido como un rayo, se transformó en un gallo grande y orgulloso y empezó a picotear todos los granos del suelo, buscando a Juanito. Picoteaba uno, picoteaba otro...
Pero Juanito fue más rápido. Justo cuando el gallo iba a tragarse el grano que era él, ¡puf! Juanito se convirtió en un astuto zorro y, antes de que el gallo pudiera cantar "¡kikirikí!", el zorro lo atrapó con suavidad.
Y así, el maestro mago, en forma de gallo, no volvió a molestar a Juanito ni a su papá. Ellos vivieron felices y contentos, y Juanito usaba sus trucos de transformación solo para hacer reír a los niños del pueblo y para ayudar a su papá en las tareas del campo, convirtiéndose a veces en un fuerte buey o en un ágil perro pastor.
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