Hel, la Reina del Inframundo
Mitología nórdica
¿Alguna vez escuchaste hablar de Loki, el dios de las travesuras? Pues bien, Loki tuvo unos hijos un poco... peculiares. Uno era un lobo enorme llamado Fenrir, otra una serpiente gigante que podía rodear el mundo, Jörmungandr. Y luego estaba Hel.
Hel no era como las otras niñas. Una mitad de su cuerpo era hermosa, como una princesa, pero la otra mitad era pálida y sombría, como la noche sin estrellas. Algunos decían que una parte de ella parecía viva y la otra, bueno, no tanto.
Odín, el rey de todos los dioses, vio a estos niños y pensó: "¡Vaya! Estos hijos de Loki son muy poderosos. Quizás demasiado." Así que decidió qué hacer con cada uno. Al lobo lo encadenaron (¡esa es otra historia!), a la serpiente la lanzó al mar más profundo.
Y a Hel le dijo: "Tú serás la reina de un lugar muy especial, el reino de los que ya no están vivos, llamado Niflheim. Será un lugar frío y un poco oscuro, pero tú lo gobernarás."
Hel aceptó y se fue a su nuevo reino, que la gente empezó a llamar Helheim, o simplemente Hel, como ella. Allí llegaban las almas de quienes morían de enfermedad o vejez, no los guerreros valientes que iban al Valhalla con Odín.
Hel era una reina seria, no sonreía mucho, pero era justa. Su palacio se llamaba Éljúðnir, que significa "Humedad Fría". No era el lugar más alegre, ¡pero era suyo! Tenía sirvientes como "Hambre" que era su plato, y "Carencia" su cuchillo. Su cama se llamaba "Lecho de Enfermo". Aunque suene un poco triste, Hel se aseguraba de que todo estuviera en orden en su mundo subterráneo.
Un día, pasó algo muy triste. Baldr, el dios más bueno y amado por todos, el dios de la luz y la alegría, murió. ¡Qué pena tan grande sintieron todos los dioses!
Su hermano, Hermod, fue valientemente hasta Helheim. Cabalgó durante nueve noches oscuras hasta llegar al trono de Hel. "Reina Hel," le suplicó, "por favor, deja que Baldr vuelva con nosotros. Todos lo extrañamos mucho."
Hel lo miró con sus ojos profundos y dijo: "Si de verdad todos lo aman tanto, haré una prueba. Si cada cosa y cada ser en el mundo, vivo o no, llora por Baldr, entonces podrá regresar."
Hermod volvió y contó la noticia. ¡Y casi todo el mundo lloró! Los dioses, los humanos, los animales, ¡hasta las piedras y los árboles soltaron lágrimas! Pero una giganta vieja y gruñona llamada Thökk, que en realidad era Loki disfrazado, se negó. "¡Que Hel conserve lo que tiene!", dijo con voz áspera. "Yo no lloraré por Baldr."
Y por culpa de esa única negativa, Baldr tuvo que quedarse en Helheim.
Así que Hel siguió siendo la reina de su reino subterráneo, un lugar un poco triste, pero muy importante en las historias de los dioses nórdicos. Y aunque su trabajo no era el más divertido, lo cumplía con seriedad, como una verdadera reina de las profundidades.
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