El Rey Pico de Tordo
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un reino lleno de sol y flores, vivía una princesa que era tan hermosa como un amanecer, pero ¡ay!, también era un poquito orgullosa. A todos los príncipes que venían a pedir su mano, les encontraba algún defecto. A uno lo llamaba "Narigón", a otro "Pancitas", y así con todos.
Un día, el rey, su padre, organizó una gran fiesta e invitó a príncipes de todas partes. Uno tras otro pasaron frente a la princesa, y ella a todos les ponía un apodo burlón. Llegó un rey joven y muy bueno, pero que tenía la barbilla un poquito torcida, apenas notable. La princesa, al verlo, soltó una carcajada y dijo: "¡Miren, parece que tiene el pico de un tordo! ¡Lo llamaremos el Rey Pico de Tordo!" Y todos se rieron, aunque el joven rey se sintió muy triste.
El padre de la princesa se enfadó muchísimo con tanta burla. "¡Estoy harto de tu orgullo!", exclamó. "Juro que te casarás con el primer mendigo que llame a la puerta de este palacio".
La princesa se asustó, pero pensó que su padre bromeaba.
Pocos días después, se escuchó música bajo la ventana. Era un juglar, un músico con ropas remendadas que cantaba y tocaba una vieja vihuela. El rey, recordando su juramento, ordenó que lo hicieran pasar.
"Cumpliré mi palabra", dijo el rey. "Te casarás con este hombre".
La princesa lloró, suplicó, pataleó, pero de nada sirvió. Se celebró una boda muy sencilla, y la princesa tuvo que marcharse con el juglar, dejando atrás su palacio y sus lujos.
Caminaron mucho tiempo. "¿De quién es este bosque tan grande y hermoso?", preguntó la princesa.
"Del Rey Pico de Tordo", respondió el juglar. "Si no te hubieras burlado, sería tuyo".
Luego pasaron por unos prados verdes y llenos de flores. "¿Y estos prados tan bonitos?", preguntó ella.
"Del Rey Pico de Tordo", dijo él. "Si hubieras sido más amable, serían tuyos".
Así siguieron, pasando por ciudades y campos, y a cada pregunta de la princesa sobre quién era el dueño de tanta belleza, el juglar respondía: "Del Rey Pico de Tordo". La princesa se sentía cada vez más avergonzada.
Finalmente, llegaron a una cabaña muy, muy pequeña y pobre. "Esta es nuestra casa", dijo el juglar.
La princesa, que nunca había hecho nada en su vida, tuvo que aprender a encender el fuego, pero se llenó de hollín. Intentó cocinar, pero la comida se le quemó.
"No sirves para esto", dijo el juglar. "Mañana intentarás hacer cestos".
Pero los juncos le lastimaban las manos y los cestos quedaban torcidos.
"Tampoco sirves para esto", suspiró el juglar. "Quizás puedas vender ollas de barro en el mercado".
Al principio le fue bien, pero un día, un soldado a caballo pasó muy rápido y rompió todas sus ollas en mil pedazos. La princesa se echó a llorar.
"Definitivamente, no sirves para nada útil", dijo el juglar, aunque no con enfado. "Pero he oído que en el castillo cercano necesitan una ayudante de cocina. Quizás puedas trabajar allí".
Y así fue como la orgullosa princesa terminó fregando ollas y pelando patatas en la cocina de un gran castillo. Para llevar algo de comer a su esposo, escondía las sobras en los bolsillos de su delantal.
Un día, se anunció una gran fiesta en el castillo: ¡el rey se casaba! La princesa, curiosa, se asomó por una puerta para ver el salón lleno de luces y gente elegante. De repente, el rey del castillo entró. Era alto, apuesto y... ¡era el Rey Pico de Tordo! Él la vio y, sonriendo, la invitó a bailar.
La princesa sintió tanta vergüenza que quiso esconderse, pero él insistió amablemente. Mientras bailaban, de los bolsillos de su delantal empezaron a caer los trocitos de pan y restos de comida que había guardado. Todos los invitados se rieron a carcajadas. La princesa quería que la tierra se la tragase.
Intentó huir, pero el Rey Pico de Tordo la detuvo con suavidad.
"No llores, mi querida princesa", le dijo con una voz que ella reconoció. "Yo soy el juglar con el que te casaste. Y también fui el soldado que rompió tus ollas. Hice todo esto porque te amaba, pero necesitaba que aprendieras una lección sobre la humildad y la bondad".
La princesa lo miró con los ojos llenos de lágrimas, pero esta vez no eran de tristeza, sino de arrepentimiento y también de un poquito de alegría.
Se vistió con ropas hermosas y se celebró la verdadera boda. La princesa había aprendido su lección y ya nunca más se burló de nadie. Vivió feliz junto al Rey Pico de Tordo, siendo una reina amable y querida por todos en su reino.
2008 Vistas