• La Vieja Lápida

    Cuentos de Andersen
    En un patio lleno de sol y risas de niños, había una piedra gris y un poco olvidada. Antes, esa piedra había estado en un cementerio, marcando el lugar donde descansaban dos personas muy especiales.

    Los niños del vecindario jugaban a su alrededor. A veces saltaban sobre ella, ¡pum, pum!, como si fuera una montaña pequeña. Otras veces, se sentaban encima para contar secretos o comer una galleta. La piedra no decía nada, pero parecía escuchar.

    Un día, un abuelito con gafas y pelo blanco como la nieve se acercó al patio. Vio la piedra y una sonrisa apareció en su cara, una sonrisa un poco triste pero también dulce.
    "¿Qué miras, abuelo?", preguntó una niña con trenzas.
    "Miro esta vieja piedra", respondió él. "Tiene una historia muy bonita".
    Los niños dejaron sus juegos y se sentaron alrededor del abuelito, curiosos.

    "Hace mucho, mucho tiempo", comenzó el abuelito, "esta piedra estaba en la tumba de un matrimonio muy querido: el señor Preben y la señora Prebena. ¡Ay, cómo se querían esos dos!".
    El señor Preben era un hombre bueno y trabajador. Tenía una tienda donde vendía cosas útiles y siempre tenía una palabra amable para todos. La señora Prebena era dulce y cariñosa. Cuidaba de su casa, que siempre olía a pan recién hecho, y de sus hijos, que eran muchos y muy alegres.

    "Vivían en una casita con un jardín lleno de flores", continuó el abuelito. "Sus hijos crecieron y se fueron a vivir sus propias vidas, pero el señor Preben y la señora Prebena seguían juntos, siempre sonriendo el uno al otro. Se hicieron viejitos, con el pelo tan blanco como el mío, pero sus corazones seguían jóvenes y llenos de amor".

    "¿Y qué pasó después?", preguntó un niño con una pelota en la mano.
    "Pues, como todas las personas, un día se cansaron mucho y se fueron a dormir para siempre, primero uno y poquito después, la otra. Como se habían querido tanto en vida, los enterraron juntitos, y pusieron esta piedra encima, con sus nombres grabados". El abuelito señaló unas letras casi borradas en la piedra. "Aquí decía algo así como 'Unidos para siempre'".

    Los niños miraron la piedra con otros ojos. Ya no era solo un escalón para saltar. Era el recuerdo de un gran amor.
    "Aunque la piedra ya no está en el cementerio", dijo el abuelito, "sigue guardando esa historia de cariño. Y es bonito recordarla".

    Desde ese día, los niños siguieron jugando en el patio, pero a veces, alguno se sentaba tranquilamente junto a la vieja piedra, como si escuchara los ecos de las risas del señor Preben y la señora Prebena. Y justo al lado de la piedra, como por arte de magia, empezó a crecer una pequeña planta con una flor roja, brillante y hermosa, recordando que el amor verdadero nunca se olvida del todo.

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