• La Sombra

    Cuentos de Andersen
    En un país donde el sol calentaba tanto, tanto, que la gente prefería quedarse en casa durante el día, vivía un hombre muy estudioso. Este hombre tenía una sombra, como todo el mundo. Una noche, mientras miraba por la ventana, vio algo curioso en la casa de enfrente. Era una casa con un balcón lleno de flores preciosas y desde donde a veces se oía una música suave.

    "¡Qué interesante!", pensó el hombre. Y le dijo a su sombra: "Sombra, ¿por qué no vas a echar un vistazo rápido y me cuentas qué ves allí dentro?". La sombra, que era muy curiosa también, se estiró, se separó de los pies de su dueño y ¡zas!, cruzó la calle y se deslizó por la puerta entreabierta de la casa misteriosa.

    El hombre esperó y esperó, pero su sombra no volvía. Pasaron los días. Al poco tiempo, ¡qué sorpresa! Al hombre le empezó a crecer una sombra nueva, pero era muy pequeñita y débil, casi transparente. El hombre se sintió un poco triste sin su vieja sombra, que era grande y oscura.

    Pasaron muchos, muchos años. El hombre estudioso ya no era joven. Un día, alguien llamó a su puerta. Al abrir, vio a un señor muy elegante, vestido con ropas carísimas y con un aire muy importante. ¡Era su antigua sombra! Pero ya no era una simple sombra oscura en el suelo. ¡Se había convertido en un hombre de verdad, o casi!

    "¡Hola!", dijo la Sombra con una voz profunda. "He vuelto. He viajado mucho, he aprendido mucho y ahora soy muy rico y poderoso. ¿Te gustaría viajar conmigo y ver el mundo? Pero hay una condición: tú serás mi sombra, y yo seré el hombre".

    El hombre estudioso se quedó muy sorprendido. Estaba solo y no tenía mucho dinero. La idea de viajar le pareció emocionante, aunque ser la sombra de su propia sombra era un poco raro. Al final, aceptó. "Está bien", dijo. "Seré tu sombra".

    Y así viajaron por muchos países. La Sombra era tratada como un personaje muy importante, y el hombre estudioso iba detrás, callado, como una sombra de verdad. Un día llegaron a un reino donde vivía una princesa muy inteligente y observadora. La princesa se fijó en que aquel señor tan elegante y rico no parecía tener una sombra propia que lo siguiera, ¡qué extraño!

    La Sombra, que era muy astuta, le dijo a la princesa que su sombra era tan especial que a veces prefería no mostrarse, o que era tan lista que hacía sus propias cosas. A la princesa le pareció fascinante este hombre misterioso y decidió que quería casarse con él.

    La Sombra estaba encantada con la idea de casarse con una princesa, pero tenía un gran secreto: no quería que nadie supiera que él, en realidad, había sido una sombra. Así que le dijo al hombre estudioso, su sombra actual: "Tienes que prometer que nunca le dirás a nadie quién soy de verdad. Si lo haces, te arrepentirás".

    El hombre estudioso, aunque ahora era una sombra, seguía siendo una buena persona en su corazón y no le gustaba engañar a la princesa. Un día, la princesa empezó a sospechar algo y le hizo muchas preguntas al hombre estudioso. La Sombra, llena de miedo de que su secreto fuera descubierto, se enfadó muchísimo.

    Para asegurarse de que nadie supiera la verdad, la Sombra ordenó a sus guardias: "¡Llévense a ese hombre que me sigue a todas partes! ¡Dice cosas raras! ¡No quiero volver a verlo!". Y los guardias se llevaron al pobre hombre estudioso, la verdadera persona.

    La Sombra se casó con la princesa. Nadie en el reino supo nunca que el elegante señor que se sentaba en el trono era solo una sombra que había cobrado vida y que, para guardar su secreto, se había portado muy mal con quien antes había sido su dueño. Y así, la Sombra vivió como un rey, pero ¿sería feliz sabiendo lo que había hecho? Eso es un misterio.

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