La hija del rey del pantano
Cuentos de Andersen
Escuchen, escuchen bien, porque esta es una historia que las cigüeñas cuentan cuando vuelan alto, muy alto, sobre los pantanos del norte.
Una vez, una familia de cigüeñas viajaba hacia el sur para el invierno. ¡Qué viaje tan largo! Pero una cigüeña joven se lastimó un ala y no pudo seguir. Aterrizó cerca de un campamento de vikingos, ¡hombres grandes y barbudos con cascos brillantes!
Estos vikingos acababan de regresar de un viaje muy, muy lejano, ¡hasta Egipto! Y traían con ellos a una princesa llamada Helga. Era hermosa, con ojos como estrellas, pero estaba muy triste porque la habían alejado de su hogar soleado.
Los vikingos llevaron a Helga a la casa de su jefe, que vivía cerca de un pantano oscuro y misterioso. Allí, decían, vivía el Rey del Pantano, una criatura extraña y un poco tenebrosa. Helga tenía mucho miedo.
Pasó el tiempo, y Helga tuvo una bebé. ¡Qué sorpresa! Durante el día, la niña era la cosita más dulce y bella que jamás se había visto, con una sonrisa que iluminaba todo. Pero cuando llegaba la noche... ¡ay! Se transformaba en una pequeña rana de aspecto gruñón y con un carácter terrible. ¡Nadie lo sabía, solo la cigüeña herida que observaba desde su nido!
Helga estaba muy preocupada por su hijita, aunque no entendía bien por qué a veces parecía tan diferente. Un día, un anciano sabio y bueno, un sacerdote, visitó la casa. Vio la tristeza de Helga y la extraña naturaleza de la niña.
El sacerdote le dijo a Helga: "Para que tu hija sane por completo, debes hacer algo especial. Cada noche, cuando duerma, ponla sobre tu corazón. Pero lo más importante es que no debes saber nada de su transformación nocturna. Debes amarla con todo tu ser, de día y de noche, sin juzgarla".
Helga hizo lo que el sacerdote le dijo. Amaba a su hija con locura. La niña, que también se llamaba Helga, creció. De día era buena, amable y ayudaba a todos. Pero a veces, un poquito de esa naturaleza salvaje del pantano aparecía, como un eco de sus noches de rana.
Un día, un joven príncipe cristiano, que también era un poco sacerdote, se perdió en el bosque y llegó cerca del pantano. La joven Helga lo encontró. Él era bueno y amable, y ella sintió algo especial en su corazón.
Pero la parte oscura de Helga, la que venía del Rey del Pantano, a veces quería hacerle daño al príncipe. Una noche, mientras él dormía, la Helga-rana intentó asustarlo, pero la Helga-buena luchó dentro de sí misma y lo protegió. ¡Fue una batalla interna muy fuerte!
Gracias al amor de su madre, a la ayuda del sacerdote y a su propia lucha interna, la joven Helga finalmente se liberó por completo de la influencia del pantano. Su corazón se llenó solo de bondad. El príncipe y Helga se enamoraron y, con la ayuda de las cigüeñas (¡que ya estaban curadas y listas para volar!), encontraron el camino de regreso a la soleada tierra de Egipto, donde la primera Helga, su madre, pudo por fin sonreír de verdad. Y todos vivieron felices, recordando siempre la magia y los misterios del pantano, pero eligiendo la luz y el amor.
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