• Los rayos del sol

    Cuentos de Andersen
    Desde lo alto, altísimo del cielo, un pequeño rayo de sol decidió que quería una aventura. No uno de esos rayos grandes y serios que pintan los atardeceres, ¡no! Este era un rayito juguetón y curioso.

    Así que un día, ¡zas!, se deslizó desde el sol y empezó a bajar y bajar. Pasó junto a nubes que parecían ovejas gigantes y saludó a los pájaros que volaban cantando.

    El rayito viajero llegó a una ciudad con casas de muchos colores. Vio una ventana muy, muy pequeña en una pared un poco oscura y triste. "¿Qué habrá ahí dentro?", se preguntó con su luz parpadeante.

    Con mucho cuidado, como un detective de luz, se coló por un huequito. ¡Dentro estaba todo muy callado! En un rincón, un niño miraba un libro con dibujos, pero su cara no sonreía mucho. Parecía un poco aburrido.

    El rayito de sol pensó: "¡Esto necesita un poco de alegría!". Y empezó a bailar. Primero, iluminó una mota de polvo que flotaba en el aire, ¡y la hizo brillar como una estrella diminuta! El niño levantó la vista, sorprendido.

    Luego, el rayito saltó a la página del libro, justo encima de un dibujo de una flor. ¡De repente, los colores de la flor parecieron más vivos y alegres! El niño abrió los ojos un poquito más.

    El rayito siguió su danza por la habitación. Tocó una telaraña en una esquina y la convirtió en un collar de perlas brillantes. Hizo que la sombra de una silla pareciera un perro divertido jugando en la pared.

    El niño empezó a sonreír. Primero una sonrisita tímida, y luego una sonrisa grande como el sol de la mañana. Se levantó y empezó a seguir al rayito con el dedo, como si jugaran al escondite.

    El rayito le mostró cómo la luz podía pintar el mundo de colores diferentes. Le enseñó que incluso en el lugar más oscuro, un poquito de luz podía traer mucha diversión.

    Cuando llegó la hora de que el sol se fuera a dormir, el rayito tuvo que despedirse. Pero le prometió al niño volver al día siguiente.

    Y así fue. Cada mañana, el rayito de sol visitaba a su nuevo amigo, llenando su habitación de luz, juegos y colores. Y el niño aprendió que hasta el más pequeño rayo de sol puede traer una gran aventura y mucha felicidad.

    1642 Vistas