• El gato, el gallo y el ratón

    Fábulas de Esopo
    En el rincón de una granja vivía un ratoncito muy joven que nunca había salido de su agujero. Un día, lleno de curiosidad, decidió asomar la nariz al mundo exterior.

    ¡Qué sorpresa se llevó! Primero, vio un animal muy extraño y ruidoso. Tenía una cresta roja en la cabeza, plumas de colores brillantes y caminaba con aire importante. De repente, ese animal abrió el pico y lanzó un grito fuerte: ¡Quiquiriquí! El ratoncito se asustó mucho y corrió a esconderse.

    Después de un rato, cuando se sintió más valiente, volvió a salir con cuidado. Entonces vio a otro animal. Este parecía mucho más amable. Tenía un pelaje suave y gris, caminaba despacito sin hacer ruido y hacía un ruidito dulce y tranquilo: Prrrr, prrrr. Sus ojos eran grandes y parecían mirar con dulzura. El ratoncito pensó: "¡Qué animal tan simpático y tranquilo! Me gustaría ser su amigo".

    Contento, el ratoncito volvió corriendo a casa para contarle todo a su mamá.
    "¡Mamá, mamá!", chilló emocionado. "¡He visto dos animales increíbles!"
    "Cuéntame, hijito", dijo Mamá Ratona.
    "Pues, primero vi uno horrible, con una cosa roja en la cabeza y plumas de muchos colores. ¡Y gritaba muy fuerte! Me dio mucho miedo", explicó el ratoncito.
    "Pero luego", continuó, "vi otro animal maravilloso. Era tan suave, tan calladito y parecía tan bueno. Hacía un sonido muy dulce. ¡Seguro que es un gran amigo!"

    Mamá Ratona escuchó con atención y luego sonrió un poco triste.
    "Ay, hijito mío", dijo. "Te has equivocado por completo. Ese animal ruidoso con la cresta roja es el gallo. Aunque parezca fiero y haga mucho ruido, no nos hace daño. Solo canta para anunciar el día".
    "Pero el otro", continuó Mamá Ratona con seriedad, "el de pelaje suave que ronroneaba tan dulcemente... ese es el gato. Y el gato, mi pequeño, es nuestro peor enemigo. Parece bueno y tranquilo, pero caza ratones para comérselos".

    El ratoncito se quedó pensando, con los ojos muy abiertos. Aprendió una lección muy importante ese día: no siempre hay que fiarse de las apariencias. A veces, lo que parece peligroso no lo es, y lo que parece amigable puede ser todo lo contrario.

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