Hansel y Gretel
Cuentos de los Hermanos Grimm
En una cabaña chiquitita, al borde de un bosque enorme, vivía un leñador muy pobre con su esposa y sus dos hijos. El niño se llamaba Hansel y la niña, Gretel. La vida era dura, y un año llegó una época en que casi no tenían qué comer. Una noche, la esposa del leñador le dijo con tristeza: "No podemos alimentar a los niños. Mañana los llevaremos al bosque y los dejaremos allí. Quizás alguien con más suerte los encuentre". Al leñador se le rompió el corazón, pero no supo qué responder.
Hansel, que no podía dormir por el hambre, escuchó todo. Corrió a despertar a Gretel y le contó el plan. Gretel lloró mucho, pero Hansel le dijo: "No te preocupes, tengo una idea". Salió a escondidas y llenó sus bolsillos con piedritas blancas que brillaban con la luna.
Al día siguiente, muy temprano, fueron todos al bosque. Mientras caminaban, Hansel iba dejando caer las piedritas sin que sus padres se dieran cuenta. Cuando llegaron a lo más profundo del bosque, el padre hizo una fogata y les dijo: "Esperen aquí, volveremos pronto". Pero no volvieron.
Cuando se hizo de noche, Gretel empezó a llorar otra vez. "Tranquila", dijo Hansel. "Mira". Las piedritas blancas brillaban como estrellas en el suelo, mostrándoles el camino de regreso. Caminaron toda la noche y al amanecer llegaron a su casa. Sus padres se sorprendieron, pero en el fondo, el leñador se alegró mucho.
Poco tiempo después, la comida volvió a escasear aún más. La esposa le dijo al leñador que debían intentarlo de nuevo. Hansel volvió a escuchar, pero esta vez la puerta estaba cerrada con llave y no pudo salir a buscar piedritas. "No te preocupes", le dijo a Gretel. "Usaré mi trozo de pan".
Al día siguiente, mientras iban al bosque, Hansel fue dejando caer miguitas de pan. Pero cuando quisieron volver, ¡oh, sorpresa! Los pájaros del bosque se habían comido todas las migas. "¡Pío, pío! ¡Qué ricas!", parecían cantar. Hansel y Gretel estaban perdidos.
Caminaron y caminaron durante tres días, muertos de hambre. De repente, vieron un pajarito blanco como la nieve que cantaba muy bonito. Lo siguieron y llegaron a una casita increíble: ¡estaba hecha de pan de jengibre, con el techo de pastel y las ventanas de azúcar! "¡Comamos!", gritó Hansel, y empezó a morder un trozo de tejado. Gretel probó una ventana.
De pronto, se abrió la puerta y salió una viejecita muy amable. "¡Oh, niños queridos! ¿Quién los trajo hasta aquí? Entren, entren, no les haré daño". Les dio leche caliente, panqueques con azúcar y manzanas. Luego los acostó en dos camitas muy cómodas. Hansel y Gretel pensaron que habían llegado al paraíso.
Pero la viejecita no era tan buena como parecía. En realidad, era una bruja malvada que atraía a los niños con su casa de dulce para luego comérselos. A la mañana siguiente, agarró a Hansel y lo encerró en una jaula. A Gretel la obligó a cocinar para su hermano, para que engordara.
Todos los días, la bruja, que no veía muy bien, le decía a Hansel: "Saca el dedito, quiero ver si ya estás gordito". Pero Hansel, que era muy astuto, le mostraba un huesito de pollo. "¡Qué flaco sigues!", se quejaba la bruja.
Un día, la bruja se cansó de esperar. "¡Gretel!", gritó. "Prepara el horno. Hoy vamos a cocinar a tu hermano, esté gordo o flaco". Gretel lloró, pero tuvo que obedecer. Cuando el horno estuvo bien caliente, la bruja dijo: "Asómate a ver si ya está listo". Pero Gretel, que tuvo una idea brillante, dijo: "No sé cómo hacerlo. ¿Podrías enseñarme?".
La bruja, impaciente, refunfuñó: "¡Niña tonta!". Y metió la cabeza en el horno. ¡Zas! Gretel la empujó con todas sus fuerzas y cerró la puerta del horno. ¡La bruja malvada se quedó atrapada!
Gretel corrió a liberar a Hansel. "¡Somos libres!", gritó. Antes de irse, exploraron la casa de la bruja y encontraron cofres llenos de perlas y piedras preciosas. "¡Esto es mejor que las piedritas y las migas de pan!", dijo Hansel, llenándose los bolsillos.
Salieron de la casa de dulce y, después de caminar un rato, el bosque les pareció más familiar. Finalmente, vieron a lo lejos su casita. Corrieron hacia ella y su padre los recibió con lágrimas de alegría. La esposa malvada se había ido o había muerto, la historia no lo cuenta muy bien, pero ya no estaba.
Con las joyas que trajeron, nunca más pasaron hambre. Y Hansel, Gretel y su padre vivieron felices para siempre.
1126 Vistas