• Las doce princesas bailarinas

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    Había un rey que tenía un problema muy curioso. Tenía doce hijas, ¡doce princesas!, cada una más bonita que la anterior. Todas dormían juntas en una gran habitación, y cada mañana, ¡sorpresa! Sus zapatitos de baile estaban completamente gastados, como si hubieran bailado toda la noche. El rey no entendía nada. ¿Cómo era posible? La puerta estaba cerrada con llave.

    Así que el rey anunció: "Quien descubra dónde bailan mis hijas por la noche, se casará con una de ellas y será rey después de mí".

    Muchos príncipes valientes lo intentaron. Pero cada noche, se quedaban dormidos y no descubrían nada. Al tercer día, si no sabían el secreto, tenían que irse del reino con la cabeza gacha.

    Un día, llegó al reino un soldado. Estaba cansado y no tenía mucho dinero, pero era listo. En el camino, se encontró con una ancianita amable. El soldado le contó su plan de descubrir el secreto de las princesas. La ancianita le sonrió y le dio un consejo: "No bebas nada de lo que te ofrezcan las princesas por la noche. Y toma esta capa; es una capa mágica que te hará invisible".

    El soldado llegó al palacio y lo llevaron a una habitación al lado del dormitorio de las princesas. Por la noche, la princesa mayor le llevó una copa de vino. El soldado fingió beber, pero derramó el vino sin que ella lo viera. Luego, se hizo el dormido y empezó a roncar muy fuerte.

    Las princesas, al oír los ronquidos, se rieron bajito. "¡Está dormido!", dijeron. Se vistieron con sus trajes más bonitos y se pusieron sus zapatos de baile nuevos. La mayor golpeó su cama, y ¡zas!, la cama se hundió en el suelo, revelando una escalera secreta. El soldado, con su capa invisible, las siguió sin hacer ruido.

    Bajaron y bajaron, y el soldado, sin querer, pisó el vestido de la princesa más joven. "¡Ay!", gritó ella. "Alguien me ha pisado el vestido". La mayor dijo: "No seas tonta, seguro fue un clavo".

    Pasaron por un bosque donde los árboles tenían hojas de plata brillante. El soldado rompió una ramita. Luego, por un bosque con hojas de oro reluciente. El soldado tomó otra ramita. Y finalmente, por un bosque con hojas como diamantes que chispeaban. Tomó una tercera ramita.

    Llegaron a un lago. Había doce barquitos, y en cada uno, un príncipe apuesto esperaba. Cada princesa subió a un barco con un príncipe. El soldado se metió en el barco de la princesa más joven. El príncipe que remaba dijo: "¡Qué raro, hoy el barco pesa más!".

    Cruzaron el lago y llegaron a un castillo iluminado donde sonaba una música maravillosa. Bailaron y bailaron hasta que sus zapatos estuvieron rotos y el sol casi salía. Entonces, los príncipes las llevaron de vuelta. El soldado regresó antes que ellas y se acostó, roncando como si nada.

    Esto pasó una segunda noche, y una tercera. Cada noche, el soldado las seguía y recogía más pruebas. Una noche, incluso tomó una copa de oro de la fiesta.

    A la mañana siguiente, después de la tercera noche, el rey llamó al soldado. "Bueno", dijo el rey, "¿has descubierto el secreto?".

    "Sí, Majestad", respondió el soldado. Y contó todo: la escalera secreta, los bosques de plata, oro y diamantes, y el baile en el castillo. Para demostrarlo, mostró las ramitas de los árboles y la copa de oro. Las princesas se pusieron muy coloradas, ¡no podían negarlo!

    El rey estaba muy contento. Le preguntó al soldado con cuál princesa quería casarse. El soldado, como ya no era tan joven, eligió a la princesa mayor. Se celebró una gran boda, y el soldado se convirtió en el heredero del reino. Y todos vivieron felices por mucho tiempo.

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