Un Ojito, Dos Ojitos y Tres Ojitos
Cuentos de los Hermanos Grimm
En una casita pintoresca, pero no tan feliz por dentro, vivía una mamá con sus tres hijas. La mayor se llamaba Unojita, porque solo tenía un ojo grandote en medio de la frente. ¡Qué curioso! La del medio era Dosojitas, con dos ojos, como tú y como yo. Y la más pequeña era Tresojitas, que tenía un ojo aquí, otro allá, ¡y uno más justo en la frente también!
A la mamá y a Unojita y Tresojitas no les caía muy bien Dosojitas. Siempre le daban la comida más fea y la ropa más vieja. "¡Tú, Dosojitas, ve a cuidar la cabra al campo y no vuelvas hasta la noche!", le decían.
Un día, mientras Dosojitas estaba en el prado con la cabrita, se puso a llorar porque tenía mucha hambre. De repente, apareció una señora muy viejita y amable. "¿Por qué lloras, niña bonita?", le preguntó.
Dosojitas le contó lo mal que la trataban y que casi no le daban de comer.
La viejita sonrió y le dijo: "No te preocupes. Cuando tengas hambre, solo tienes que decirle a tu cabrita: 'Cabrita, cabrita, bee, bee, ¡pon la mesa para mí!'. Y cuando termines, le dices: 'Cabrita, cabrita, bee, bee, ¡quita la mesa de aquí!'". Y la viejita desapareció.
Dosojitas no lo podía creer. Miró a la cabrita y dijo con un poco de miedo: "Cabrita, cabrita, bee, bee, ¡pon la mesa para mí!". ¡Y zas! Al instante apareció una mesita cubierta con un mantel blanco, y encima ¡un montón de comida deliciosa! Había pan, queso, frutas y hasta un pastelito. Dosojitas comió hasta que su barriguita estuvo llena y feliz. Luego dijo: "Cabrita, cabrita, bee, bee, ¡quita la mesa de aquí!". Y la mesita desapareció como por arte de magia.
Así, cada día Dosojitas comía muy bien en el prado. Pero en casa, sus hermanas empezaron a notar que ya no quería comer las sobras que le dejaban. "Mmm, algo raro está pasando", pensó la mamá.
Al día siguiente, mandó a Unojita con Dosojitas. "Vigila bien lo que hace tu hermana", le ordenó.
Cuando llegaron al prado y Dosojitas quiso comer, pensó rápido. Empezó a cantarle a Unojita una canción muy suave: "Unojita, ¿duermes ya? Unojita, ¿despierta estás?". Y tanto cantó que el único ojo de Unojita se cerró y se quedó dormidísima. Entonces, Dosojitas llamó a la cabrita, comió y guardó todo antes de que Unojita despertara.
Al otro día, la mamá mandó a Tresojitas. Dosojitas volvió a cantar: "Tresojitas, ¿duermes ya? Tresojitas, ¿despierta estás?". Dos de los ojos de Tresojitas se cerraron enseguida, pero Dosojitas no se dio cuenta de que el tercer ojo, el de la frente, ¡seguía un poquito abierto y mirando todo! Así que Tresojitas vio el truco de la cabrita y la mesa mágica. Corrió a casa y se lo contó todo a su mamá.
La mamá se puso furiosa. Agarró un cuchillo grande y ¡pobre cabrita! La mató. Dosojitas lloró y lloró. Otra vez apareció la viejita amable. "No llores, niña", le dijo. "Toma las tripitas de la cabra y entiérralas debajo del rosal que está junto a la puerta de tu casa. Algo bueno pasará".
Dosojitas hizo lo que le dijo la viejita. A la mañana siguiente, ¡qué sorpresa! Donde había enterrado las tripitas, había crecido un árbol maravilloso. Tenía hojas de plata brillante y manzanas de oro puro que relucían con el sol. ¡Era el árbol más bonito del mundo!
Pero había algo curioso: nadie podía arrancar las manzanas de oro ni las hojas de plata. Solo si Dosojitas se acercaba, las ramas se inclinaban hacia ella para que pudiera tomarlas.
Un día, pasó por allí un joven caballero muy guapo en su caballo. Vio el árbol y quedó asombrado. "¡Qué árbol tan increíble!", exclamó. "Dueña de esta casa, ¿me daría una rama de ese árbol maravilloso?".
Unojita y Tresojitas intentaron con todas sus fuerzas, pero las ramas se subían más y más alto. "¡No podemos!", dijeron enfadadas.
El caballero preguntó: "¿No hay nadie más en la casa?".
"Sí, está nuestra hermana Dosojitas, pero es tan simple y tiene dos ojos como cualquiera, no vale la pena", dijeron, escondiéndola debajo de un cesto grande.
Pero el caballero escuchó a Dosojitas moverse y dijo: "¡Sal de ahí, muchacha!".
Dosojitas salió, un poco tímida. El caballero le dijo: "Intenta tú tomar una rama".
Apenas Dosojitas se acercó al árbol, una rama llena de manzanas de oro y hojas de plata se inclinó suavemente hacia ella. ¡Pudo tomarla sin ningún esfuerzo!
El caballero quedó encantado. "Dosojitas", dijo, "tú eres una chica especial. Con un árbol así y un corazón tan bueno, ¿querrías venir conmigo a mi castillo y ser mi esposa?".
Dosojitas, ¡claro que sí!, estaba muy feliz. Se despidió del árbol mágico, que se fue con ella, y se marchó con el caballero.
Se casaron y fueron muy felices. Unojita y Tresojitas, al principio, sintieron mucha envidia. Pero con el tiempo, se sintieron muy solas y arrepentidas de haber sido tan malas. Un día, muy pobres y tristes, llegaron al castillo del caballero pidiendo ayuda. Dosojitas, que tenía un corazón grande y bueno, las perdonó y las invitó a vivir con ella. Y así, las tres hermanas aprendieron a quererse y vivieron juntas y contentas por mucho, mucho tiempo.
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