• La doncella y el león

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    Imaginen un mercader que tenía tres hijas. Un día, antes de un largo viaje, les preguntó: "¿Qué tesoros quieren que les traiga?"

    La hija mayor pidió un vestido de seda brillante como el arcoíris. La segunda, un collar de perlas que parecían gotas de luna. Pero la más joven, que amaba la naturaleza y los animales, dijo: "Papá, yo solo quiero una alondra que cante y vuele muy, muy alto".

    El mercader encontró el vestido y el collar sin problemas. ¡Pero la alondra era difícil de hallar! Buscó y buscó, hasta que un día vio un castillo enorme rodeado por un jardín lleno de flores maravillosas. Y allí, en una jaula dorada, ¡estaba la alondra más cantante y voladora que jamás había visto!

    Con mucho cuidado, el mercader tomó la jaula. Pero de repente, ¡ZAS! Un león gigantesco, con una melena como el sol, apareció rugiendo: "¡Te atreviste a robar mi alondra! A cambio, deberás darme lo primero que te reciba en tu casa cuando vuelvas. Si no, ¡te quedarás aquí para siempre!"

    El mercader, temblando de miedo, prometió que lo haría.

    Cuando regresó a su hogar, ¿quién creen que corrió a abrazarlo primero, llena de alegría? ¡Su hija menor, la que tanto quería la alondra! El mercader se puso a llorar, contándole lo que había pasado. Pero la joven, que era muy valiente, le dijo: "No te preocupes, papá. Cumpliré tu promesa. Iré con el león".

    Así, la joven llegó al castillo del león. Para su sorpresa, el león era amable con ella. Y descubrió un secreto asombroso: por el día, era un león, pero cuando llegaba la noche... ¡se transformaba en un apuesto príncipe! Resulta que una bruja malvada lo había hechizado.

    Vivieron muy felices juntos por un tiempo. Pero un día, la joven recibió noticias: su hermana mayor se iba a casar. Quería ir a la boda. El príncipe león le dijo: "Puedes ir, mi amor. Pero ten mucho, mucho cuidado. Si la luz de una vela me ilumina mientras duermo en mi forma humana, me convertiré en una paloma y volaré lejos por siete largos años, dejando caer una pluma blanca cada siete pasos".

    La joven prometió tener cuidado. Pero en la fiesta de la boda, entre tanta alegría y luces, una puerta se abrió de golpe por el viento, y la llama de una vela cercana iluminó al príncipe dormido. ¡Puf! En un instante, el príncipe se convirtió en una paloma blanca y salió volando por la ventana, dejando caer una plumita.

    Con el corazón roto, la joven decidió seguir las plumas blancas. Caminó y caminó, día y noche, recogiendo cada pluma. Pero después de mucho tiempo, las plumas se acabaron.

    Desesperada, miró al cielo y le pidió ayuda al Sol. El Sol, que todo lo ve, le dijo: "Pobre niña. No he visto a tu príncipe paloma, pero toma esta cajita mágica. Ábrela cuando más la necesites".

    Luego, le pidió ayuda a la Luna. La Luna, con su luz plateada, le dijo: "No lo he visto, pero toma este huevo de oro. Ábrelo en un momento de gran necesidad".

    Finalmente, le pidió ayuda al Viento del Norte. El Viento sopló con fuerza y le dijo: "Yo sí lo vi. Se ha ido al Mar Rojo. Allí, la bruja lo ha convertido de nuevo en león durante el día, y lucha contra un dragón terrible. Si el dragón gana, la bruja se casará con él. Toma esta nuez mágica. Te ayudará".

    La joven agradeció al Viento y viajó hasta el Mar Rojo. Allí encontró al león luchando ferozmente contra un dragón. ¡Pero el león era su príncipe! Y cerca, vio a la bruja, que ahora parecía una princesa muy elegante, esperando.

    La joven recordó los regalos. Primero, abrió la cajita del Sol. ¡De ella salió un vestido tan brillante y hermoso como el mismo sol! La falsa princesa (la bruja) lo vio y lo quiso enseguida. "Te lo cambio", dijo la joven, "si me dejas pasar una noche en la habitación donde duerme el león". La bruja aceptó, pero le dio al león una poción para que durmiera profundamente. Aunque la joven le habló toda la noche, él no la escuchó.

    Al día siguiente, la joven abrió el huevo de oro de la Luna. ¡De él salió una gallina dorada con doce pollitos de oro! La falsa princesa quedó maravillada. "Te lo cambio", dijo la joven, "por otra noche en la habitación del león". La bruja volvió a darle la poción al león. La joven le habló y lloró, pero él seguía sin oírla.

    Al tercer día, la joven abrió la nuez mágica del Viento. ¡De ella salió un vestido aún más deslumbrante, tejido con estrellas! La falsa princesa no podía resistirse. "¡Dámelo!", exclamó. "A cambio de otra noche con el león", respondió la joven. Pero esta vez, los sirvientes del castillo, que sentían pena por la joven, le contaron al príncipe sobre las pociones. Así que el príncipe fingió beberla.

    Esa noche, cuando la joven comenzó a contar su historia, llena de amor y tristeza, el príncipe la escuchó. ¡Y la reconoció! "¡Eres tú!", exclamó. "¡Mi verdadero amor!"

    Justo en ese momento, el Viento del Norte envió un grifo, un animal mágico mitad águila y mitad león. Montaron en su lomo y volaron lejos, muy lejos de la bruja y del Mar Rojo.

    Regresaron a su castillo, donde la alondra cantante y voladora los esperaba. El hechizo se rompió para siempre, y el príncipe y la joven valiente se casaron y vivieron felices para siempre, ¡esta vez sin más encantamientos!

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