• La Muerte de la Gallinita

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En una granja llena de sol y alegría, vivían un gallito muy presumido llamado Kiko y una gallinita muy curiosa llamada Kika. Eran los mejores amigos y siempre andaban juntos buscando aventuras.

    Un día soleado, Kiko y Kika decidieron ir a la Montaña de las Nueces. Habían oído que allí crecían las nueces más grandes y deliciosas de todo el mundo. "¡Vamos a recoger muchas nueces para el invierno!", cacareó Kika emocionada.

    Caminaron y caminaron hasta que llegaron a la montaña. ¡Estaba llena de nogales cargados de nueces! Kika, que era muy glotona, encontró una nuez ¡enorme, enorme! Era tan grande como su cabeza. Sin pensarlo dos veces, intentó tragársela entera. Pero la nuez era demasiado grande y ¡zas!, se le quedó atorada en la garganta.

    Kika empezó a hacer ruiditos extraños, "coc, coc, coc", y no podía respirar bien. Kiko, al verla, se asustó muchísimo. "¡Kika, Kika! ¿Qué te pasa?", cloqueó preocupado. Corrió de un lado a otro buscando ayuda.

    Primero encontró un Carruaje vacío que descansaba a la sombra de un árbol. "¡Señor Carruaje, Señor Carruaje!", gritó Kiko con todas sus fuerzas. "¡Mi amiga Kika se ha atragantado con una nuez y no puede respirar! ¡Está muy malita!"
    El Carruaje, al oír la triste noticia, se conmovió. "¡Oh, pobre Gallinita!", dijo con voz metálica y triste. "Subidla, la llevaré con cuidado. Yo también estoy muy triste por ella".

    Así que Kiko, con mucho esfuerzo, ayudó a subir a la inmóvil Kika al Carruaje. Y emprendieron el camino de vuelta, muy despacio y con gran pena.

    En el camino, se encontraron con una Aguja que estaba cosiendo un pétalo de flor. "¿Qué sucede? ¿Por qué vais tan tristes?", preguntó la Aguja con su vocecita fina.
    "Nuestra amiga Kika se ha ahogado con una nuez", explicó Kiko con lágrimas en los ojos.
    "¡Qué desgracia!", exclamó la Aguja. "Me uniré a vosotros para acompañarla en este triste viaje". Y la Aguja se subió al Carruaje.

    Un poco más adelante, vieron a un Alfiler que estaba tomando el sol. "¿A dónde vais con tanta tristeza?", preguntó el Alfiler.
    Le contaron lo ocurrido con Kika. "¡Pobrecilla!", dijo el Alfiler. "Yo también iré con vosotros". Y el Alfiler saltó al Carruaje.

    Siguieron andando y se toparon con una gran Piedra de Molino que descansaba al borde del sendero. "¿Qué caras tan largas traéis?", preguntó la Piedra de Molino con su voz grave y profunda.
    Cuando supo la historia de Kika, la Piedra de Molino suspiró: "¡Qué pena tan grande! Rodaré junto a vosotros para mostrar mi tristeza". Y la Piedra de Molino empezó a rodar lentamente detrás del Carruaje.

    Finalmente, llegaron a un Arroyo que cortaba el camino. "¡Oh, no! ¿Cómo cruzaremos?", se lamentó Kiko.
    El Arroyo, al ver la procesión tan triste, les dijo con voz susurrante: "No os preocupéis. Aunque estoy muy apenado por la Gallinita, me convertiré en un puente para que podáis pasar".
    Y el Arroyo se estiró y sus aguas se aplanaron, formando un puente brillante.

    Kiko cruzó primero, con mucho cuidado. Luego, el Carruaje empezó a avanzar sobre el puente de agua, llevando a Kika, la Aguja y el Alfiler. Detrás, rodaba la pesada Piedra de Molino.
    Pero cuando el Carruaje estaba justo en medio, y la Piedra de Molino también, el puente de agua no pudo soportar tanto peso. ¡CRAC! El Arroyo no pudo más y el puente se rompió.

    ¡Todos cayeron al agua! El Carruaje se hundió rápidamente. La Aguja y el Alfiler se clavaron en el lodo del fondo. La pesada Piedra de Molino se fue directa al fondo del Arroyo. Y la pobre Kika, que ya no se movía, también desapareció bajo las aguas.

    Solo Kiko, que podía aletear con fuerza, logró volar hasta la otra orilla. Se quedó allí, solito y muy, muy triste, mirando el Arroyo donde todos sus amigos y su querida Kika se habían perdido. Lloró y lloró durante mucho tiempo, recordando todas las aventuras que había vivido con su amiga Kika. Y aunque estaba solo, nunca la olvidó.

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