El Pájaro de Oro
Cuentos de los Hermanos Grimm
En el jardín de un rey, ¡pasaba algo muy curioso! Justo en medio, crecía un árbol que cada año daba manzanas de oro puro. ¡Qué bonitas eran! Pero, ¡ay!, cada noche, cuando las manzanas estaban listas para recoger, una desaparecía misteriosamente.
El rey estaba muy intrigado y un poco enfadado. Así que llamó a su hijo mayor.
"Vigila el árbol esta noche," le dijo. "Quiero saber quién se lleva mis manzanas."
El hijo mayor fue al jardín, se sentó bajo el árbol y esperó. Pero a medianoche, ¡zas!, se quedó dormido como un tronco. A la mañana siguiente, ¡otra manzana menos!
Al día siguiente, le tocó al segundo hijo. "Yo no me dormiré," aseguró. Pero, ¿adivinan qué? A medianoche, sus ojos se cerraron y empezó a roncar. ¡Y otra manzana desapareció!
Entonces, el hijo menor, al que todos consideraban un poco despistado, se acercó al rey. "Papá, ¿puedo intentarlo yo?"
El rey dudó un poco, pero aceptó.
El hijo menor fue al jardín y se mantuvo bien despierto. Justo cuando el reloj dio las doce, oyó un suave aleteo. ¡Era un pájaro de oro brillante como el sol! El pájaro se posó en una rama y picoteó una manzana. El príncipe, rápido, le lanzó una flecha, no para herirlo, sino para asustarlo. El pájaro voló, pero una de sus plumas doradas cayó al suelo.
A la mañana siguiente, el príncipe le llevó la pluma al rey. ¡Era de oro macizo!
"¡Esta pluma vale más que todo mi reino!", exclamó el rey. "¡Quiero ese pájaro! Ve a buscarlo, hijo mío."
El príncipe se puso en camino. Al llegar a un bosque, se encontró con un zorro muy astuto sentado al borde del camino.
"Hola, joven príncipe," dijo el zorro. "¿A dónde vas con tanta prisa?"
"Busco el Pájaro de Oro," respondió el príncipe, sorprendido de que un zorro hablara.
"¡Ah! Yo sé dónde está," dijo el zorro. "Está en un castillo. Cuando llegues, verás al pájaro en una jaula de madera muy simple. Al lado habrá una jaula de oro preciosa. ¡Pero cuidado! No intentes cambiar el pájaro a la jaula de oro, o te irá mal."
El príncipe agradeció al zorro y siguió su camino.
Llegó al castillo y, tal como dijo el zorro, encontró al Pájaro de Oro en una jaula de madera. Al lado, una jaula de oro brillaba tanto que casi dolía mirarla.
"Pobre pajarito," pensó el príncipe. "Merece una jaula más bonita."
Y justo cuando iba a cambiar el pájaro de jaula... ¡SONÓ UNA ALARMA! Los guardias aparecieron y lo atraparon.
Lo llevaron ante el rey de ese castillo, quien le dijo: "¡Así que intentabas robar mi Pájaro de Oro! Solo te perdonaré la vida si me traes el Caballo de Oro, que corre más rápido que el viento."
El príncipe salió muy triste del castillo. De repente, el zorro apareció a su lado.
"Te lo advertí," dijo el zorro con un suspiro. "Pero no te preocupes, te ayudaré. El Caballo de Oro está en otro castillo. Lo encontrarás en el establo. Tendrá una silla de montar de cuero sencilla. Al lado habrá una silla de oro con joyas. ¡Usa la de cuero, no la de oro!"
El príncipe llegó al segundo castillo y encontró el Caballo de Oro. ¡Era magnífico! Y al lado, una silla de montar de oro que parecía hecha para un rey.
"Un caballo tan especial merece la mejor silla," pensó. Y cuando intentó ponerle la silla dorada... ¡OTRA ALARMA! Más guardias, y otro rey enfadado.
"¡Ladrón!", gritó este rey. "Solo te perdonaré si me traes a la Princesa del Castillo Dorado."
El príncipe, más triste que antes, se encontró de nuevo con el zorro.
"Ay, ay, ay," dijo el zorro, moviendo la cabeza. "Bueno, una vez más. La Princesa del Castillo Dorado es muy bella. Cuando la encuentres, llévatela rápido. No dejes que se despida de sus padres, o todo se complicará."
El príncipe llegó al Castillo Dorado. La Princesa salió a pasear por el jardín. Era tan hermosa como el amanecer. El príncipe se acercó, la tomó de la mano y le explicó su misión. Ella aceptó ir con él. Cuando iban a salir, la Princesa quiso despedirse de sus padres. Pero el príncipe recordó las palabras del zorro y, con mucho cuidado, la convenció de irse enseguida.
Cuando se reunieron con el zorro, este sonrió. "¡Bien hecho! Ahora, escucha: lleva a la Princesa al rey que te pidió el Caballo de Oro. Cuando te den el caballo, monta rápido y vuelve aquí con la Princesa. ¡No te preocupes, yo me encargo!"
El príncipe hizo lo que el zorro le dijo. El rey estaba tan feliz con la Princesa que le dio el Caballo de Oro sin problemas. El príncipe montó, recogió a la Princesa (que el zorro había mantenido a salvo) y se fueron.
Luego, el zorro dijo: "Ahora, ve con el Caballo de Oro al rey que te pidió el Pájaro de Oro. Cuando te den el pájaro, tráelo aquí."
Y así fue. El príncipe entregó el caballo, recibió el Pájaro de Oro en su jaula de madera, y se reunió con el zorro, la Princesa y el Caballo de Oro. ¡Ya lo tenían todo!
Cuando estaban cerca de su propio reino, el zorro dijo: "Me has ayudado mucho sin saberlo, y yo a ti. Ahora, como último favor, te pido que me dispares y me cortes la cabeza y las patas."
El príncipe se negó. "¡No podría hacerle daño a mi amigo!"
Pero el zorro insistió tanto, con una mirada tan suplicante, que el príncipe, con mucha tristeza y lágrimas en los ojos, hizo lo que le pedía.
Y en el instante en que lo hizo, ¡PLOP! El zorro desapareció y en su lugar apareció un joven apuesto.
"¡Gracias!", dijo el joven. "Soy el hermano de la Princesa del Castillo Dorado. Una bruja malvada me convirtió en zorro, y solo alguien que consiguiera todos estos tesoros y me hiciera ese último favor podría romper el hechizo."
¡Qué alegría! El príncipe, la Princesa, su hermano (antes zorro), el Caballo de Oro y el Pájaro de Oro llegaron al palacio del padre del príncipe.
Pero los hermanos mayores, al ver todo lo que traía, sintieron mucha envidia. Cuando el príncipe se inclinó para beber agua de un pozo, lo empujaron dentro (por suerte, el pozo estaba seco y no se hizo mucho daño). Luego, tomaron el pájaro, el caballo y a la Princesa, y le dijeron a su padre que ellos lo habían conseguido todo.
Hubo una gran fiesta, pero algo no iba bien. El Pájaro de Oro no cantaba, el Caballo de Oro no comía, y la Princesa no paraba de llorar.
Mientras tanto, el príncipe menor logró salir del pozo. Llegó al palacio justo a tiempo, sucio y cansado, pero vivo.
En cuanto entró, ¡el Pájaro de Oro empezó a cantar la melodía más dulce! ¡El Caballo de Oro relinchó alegremente y empezó a comer! ¡Y la Princesa sonrió y corrió a abrazarlo!
Así, el rey supo la verdad. Castigó a los hermanos envidiosos enviándolos muy lejos.
El príncipe joven se casó con la bella Princesa, y vivieron muy felices, cuidando del árbol de manzanas doradas y recordando siempre a su astuto y leal amigo, el zorro que en realidad era un príncipe.
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