Los seis cisnes
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un reino rodeado de bosques mágicos, vivía un rey muy bueno con sus siete hijos: seis príncipes valientes y una princesita dulce llamada Elisa. Eran una familia muy feliz, hasta que un día, el rey decidió casarse de nuevo. Su nueva esposa era muy hermosa, pero ¡ay!, tenía un secreto: era una bruja con un corazón un poquito frío.
A la nueva reina no le gustaban nada los niños, ¡especialmente los seis príncipes! Así que, una mañana, mientras jugaban en el jardín, la reina murmuró unas palabras mágicas y, ¡zas!, convirtió a los seis príncipes en seis preciosos cisnes blancos. Los cisnes, asustados, alzaron el vuelo y desaparecieron en el cielo.
Elisa, que lo había visto todo escondida detrás de un rosal, se quedó muy triste y sola. Decidió que tenía que encontrar a sus hermanos y romper el hechizo. Así que, con mucho cuidado para que la reina no la viera, se adentró en el bosque.
Caminó y caminó durante muchos días, hasta que llegó a una pequeña cabaña junto a un lago. Al atardecer, vio cómo seis cisnes aterrizaban en la orilla. Y, ¡qué maravilla!, al tocar el suelo, los cisnes se transformaron de nuevo en sus hermanos. ¡Pero solo por un ratito! Le contaron que solo podían ser humanos durante quince minutos cada noche.
"Hermanita," dijo el mayor, "hay una forma de salvarnos. Tienes que tejer seis camisas con unas flores muy especiales que crecen en los cementerios, unas flores que parecen estrellas. Pero lo más difícil es que, mientras las tejes, no puedes decir ni una sola palabra, ni reír, ni llorar en voz alta, durante seis años. Si hablas, todo estará perdido."
Elisa, aunque sabía que sería muy difícil, aceptó el reto por amor a sus hermanos. Encontró las flores estrella, que picaban un poquito al tocarlas, y empezó a tejer la primera camisa. Se instaló en una cueva del bosque para trabajar en secreto.
Un día, un joven rey que estaba de caza por la zona la encontró. Elisa era tan bonita y parecía tan dulce, que el rey se enamoró de ella al instante, aunque ella no podía hablar para decirle quién era. El rey la llevó a su castillo y, con el tiempo, se casaron. Elisa seguía tejiendo en secreto las camisas para sus hermanos, y ya casi las tenía todas.
Pero la madre del joven rey era una mujer un poco envidiosa y no confiaba en Elisa porque nunca hablaba. Empezó a decir cosas feas de ella, acusándola de ser una bruja mala. Como Elisa no podía defenderse hablando, el joven rey, con mucha tristeza, tuvo que creer a su madre y ordenó un castigo para Elisa.
Justo cuando iban a llevarse a Elisa, y cuando faltaba poquísimo para que se cumplieran los seis años, ella terminó la última puntada de la sexta camisa. Bueno, casi: a una de las camisas le faltaba una manguita.
En ese preciso instante, se oyeron unos aleteos en el cielo. ¡Eran los seis cisnes! Elisa, con todas sus fuerzas, les lanzó las camisas. Cinco de los cisnes, al recibir su camisa, se transformaron inmediatamente en príncipes. El sexto hermano, al que le tocó la camisa sin manga, también volvió a ser príncipe, ¡pero se quedó con un ala de cisne en lugar de un brazo!
Ahora que el hechizo estaba roto, Elisa por fin pudo hablar. Contó toda su historia: quién era, por qué no hablaba y todo lo que había sufrido por sus hermanos. El joven rey, al oír la verdad, se sintió muy arrepentido por haber dudado de ella y la abrazó con fuerza. La reina madre envidiosa fue castigada por sus mentiras.
Y así, Elisa, su esposo el rey, y sus seis hermanos (incluido el príncipe con el ala de cisne, que aprendió a dar los mejores abrazos alados) vivieron muy felices para siempre en el reino, ¡y seguro que comieron muchos pasteles para celebrarlo!
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