• El obispo de Børglum y sus caballeros

    Cuentos de Andersen
    Imaginen un castillo grande y gris, con torres altas que casi tocaban las nubes, en una tierra lejana llamada Dinamarca. En ese castillo vivía el Obispo de Børglum. Uno podría pensar que un obispo sería un hombre muy bueno y amable, ¡pero este obispo era un poquito diferente! Le gustaba mucho, muchísimo el oro y las cosas brillantes, y no siempre era justo con la gente del pueblo.

    El obispo tenía un grupo de caballeros. Estos caballeros, con sus armaduras relucientes y espadas afiladas, tampoco eran los más simpáticos del reino. Obedecían al obispo en todo, especialmente si eso significaba conseguir más tesoros para el castillo. Si un barco lleno de cosas ricas naufragaba cerca de la costa, ¡zas!, el obispo y sus caballeros decían que todo era para ellos. Los pobres marineros y los campesinos de la zona se quedaban muy tristes y enfadados.

    Un día, un campesino llamado Jens, que era fuerte y valiente, perdió todo lo que tenía cuando su pequeño barco se hundió por una tormenta terrible. Las olas llevaron los restos de su barco y sus pocas pertenencias a la playa, justo debajo del castillo del obispo. Jens pensó: "Bueno, al menos podré recuperar algo".

    Pero cuando llegó, ¡oh, sorpresa! El obispo y sus caballeros ya estaban allí, recogiendo todo.
    "¡Esto es mío!", dijo el obispo con vozarrón. "Todo lo que llega a mi costa me pertenece".
    Jens se sintió muy, muy mal. No era justo. Él había trabajado duro por esas cosas.

    Jens no se quedó de brazos cruzados. Habló con otros campesinos que también estaban cansados de las injusticias del obispo. "¡Ya basta!", decían. "¡No podemos seguir así!". Así que, una noche oscura, armados con horcas, palos y mucho coraje, los campesinos, liderados por Jens, marcharon hacia el castillo.

    Hubo una gran conmoción. Los caballeros del obispo lucharon, pero los campesinos eran muchos y estaban muy decididos. Al final, el obispo y sus caballeros no pudieron seguir con sus maldades. El castillo, antes tan imponente, quedó vacío y silencioso.

    Con el tiempo, el gran castillo de Børglum empezó a desmoronarse. Y la gente que vivía cerca comenzó a contar historias. Decían que, en las noches de viento, cuando la luna se escondía detrás de las nubes, se podían oír ruidos extraños en las ruinas. Algunos juraban haber visto la figura del obispo, todavía buscando su oro, y el tintineo de las armaduras de sus caballeros fantasmas, lamentándose por no haber sido más amables.

    Y así, la historia del Obispo de Børglum y sus caballeros nos recuerda que ser demasiado egoísta y no pensar en los demás, pues... no suele terminar muy bien. Es mucho mejor ser justos y compartir, ¿no creen?

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