La perlita verde
Cuentos de Andersen
En una casita muy humilde, no muy lejos de aquí, vivía una niña llamada Ana. No tenían mucho dinero, pero Ana siempre encontraba algo para sonreír. Un día, su mamá le dio unas cuantas arvejas para la cena. Mientras las sacaba de sus vainas, ¡sorpresa! Encontró una vaina con una sola arveja, ¡pero qué arveja! Era redondita, de un verde brillante y parecía decirle con los ojos: "¡Plántame!".
Ana no tenía un jardín grande, solo una pequeña maceta con un poco de tierra en el alféizar de su ventana. Con mucho cuidado, hizo un agujerito en la tierra y colocó allí su arveja especial. La regó con unas gotitas de agua y esperó.
¡Y vaya si esperó con emoción! Al día siguiente, una diminuta plantita verde asomaba la cabeza, ¡como diciendo "buenos días"! La plantita creció y creció, como si tuviera mucha prisa por ver el mundo desde la ventana de Ana. Pronto, se convirtió en una enredadera fuerte y llena de hojas de un verde intenso. Se estiraba y se estiraba, tanto que llegó hasta la ventana del ático de la casa de enfrente.
En esa ventana del ático vivía otra niña, Clara. Clara había estado enfermita durante mucho tiempo y pasaba casi todo el día en su cama, mirando el techo o la pared. Se sentía un poco triste y aburrida. Pero un día, vio algo nuevo: ¡una ramita verde que se acercaba a su ventana!
Cada mañana, Clara esperaba con ilusión ver cuánto había crecido la planta de Ana. Sus hojas verdes eran como un saludo alegre que le llegaba desde el otro lado de la calle. Un día, ¡apareció una pequeña flor blanca en la enredadera! Y luego otra, y otra más. La planta se llenó de flores y, más tarde, de pequeñas vainas con nuevas arvejas.
Ver la planta crecer tan llena de vida, tan verde y tan bonita, le dio a Clara muchas esperanzas y alegría. Poco a poco, empezó a sentirse mejor. Tenía más ganas de levantarse de la cama, de dibujar o de leer un cuento. Su mamá decía que esa planta verde era como un rayito de sol que había entrado en su habitación.
Un día soleado, Clara ya se sentía mucho más fuerte. Pudo asomarse bien a su ventana y, al otro lado, vio a Ana, que también miraba la enredadera y le sonreía. ¡Qué contenta se puso Ana al ver a Clara tan animada!
La pequeña arveja verde no solo había crecido hasta convertirse en una hermosa planta que adornaba dos ventanas, sino que también había llevado alegría y esperanza a una nueva amiga. Y así, una simple semillita demostró que incluso las cosas más pequeñas pueden hacer una gran diferencia en el mundo y en el corazón de las personas.
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