• Los Pájaros de Amor

    Cuentos de Andersen
    En un cajón lleno de juguetes, vivía un trompo muy elegante. Estaba hecho de madera de caoba y se sentía muy importante, sobre todo cuando giraba y bailaba con gracia. Cerca de él, en el mismo cajón, descansaba una pelota de cuero muy fina y bonita. El trompo estaba secretamente enamorado de la pelota.

    Un día, reunió todo su valor y le dijo:
    —Pelotita bonita, ¿querrías girar conmigo para siempre?

    La pelota, que era un poco presumida, lo miró de arriba abajo.
    —¿Yo? ¿Contigo? —dijo—. ¡Pero si yo estoy casi prometida con una golondrina! Cada verano viene a buscarme para volar juntas por el aire. Tú solo sabes dar vueltas en el suelo.

    El trompo se sintió un poco triste, pero no dijo nada. Siguió girando y pensando en ella cada vez que el niño del cajón lo sacaba a jugar.

    Pasaron muchos, muchos días. Tantos, que el trompo ya no era el mismo. ¡Lo habían pintado de dorado! Ahora brillaba como el sol y parecía un rey entre los juguetes. Estaba muy orgulloso de su nuevo aspecto.

    Un día, el niño lo sacó a jugar al jardín. El trompo dorado giró y giró con mucha alegría, ¡hasta que fue a parar justo al lado del cubo de la basura!
    Allí, entre papeles viejos y restos de comida, vio algo que le pareció conocido. Era redondo, pero estaba sucio, mojado y un poco aplastado.
    ¡Era la pelota!
    Pero estaba tan cambiada que casi no se la reconocía. Ya no era bonita ni fina. El cuero estaba desgastado y había perdido todo su color.

    El trompo dorado se acercó. La pelota lo miró sin reconocerlo.
    —Nunca había visto un juguete tan brillante por aquí —dijo con voz apagada. Había estado en el canalón durante cinco años y se había empapado de agua.

    El trompo no dijo nada de quién era, ni de cuando eran jóvenes y él le había pedido que giraran juntos. Solo sintió un poquito de pena en su corazón de madera dorada al verla así. Pensó que a veces las cosas no salen como uno espera.

    En ese momento, una niña que ayudaba en la casa vio al trompo.
    —¡Oh, qué trompo tan bonito y brillante! —exclamó. Lo recogió con cuidado y se lo llevó para jugar con él en su habitación.

    Y la pelota, que una vez soñó con volar con las golondrinas, se quedó olvidada en el cubo de la basura, pensando que nadie la querría nunca.

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