• El pájaro de hielo

    Cuentos de Andersen
    En las montañas más altas, donde el sol pinta la nieve de colores brillantes y el viento susurra secretos entre los picos, vivía un espíritu muy especial: la Doncella de Hielo. Era hermosa, pero fría como un témpano.

    Un día, una mamá y su bebé, el pequeño Rudy, cruzaban un glaciar. ¡Ay! La mamá resbaló y cayó en una grieta profunda. El bebé Rudy también cayó, pero la Doncella de Hielo lo vio. Con un soplo helado, como un beso de invierno, lo tocó. Rudy no se congeló, ¡pero algo de ese frío se quedó con él para siempre! Unos cazadores valientes lo encontraron y lo salvaron.

    Rudy creció y se convirtió en un muchacho fuerte y valiente. ¡Nadie conocía las montañas como él! Podía escalar las rocas más difíciles y encontrar los caminos secretos. Todos lo admiraban por su destreza y su amor por las alturas.

    Un día, en el pueblo, Rudy conoció a Babette. Ella era la hija del molinero, con ojos brillantes como las estrellas y una sonrisa dulce como la miel. Rudy y Babette se hicieron amigos muy rápido, y pronto, sus corazones empezaron a latir ¡pum, pum, pum! el uno por el otro. ¡Se habían enamorado!

    Al principio, el papá de Babette, que era un molinero rico, no estaba muy seguro de si Rudy era el chico adecuado para su hija. "¿Un cazador de montañas? Mmm...", pensaba. Pero Rudy, con su valentía y buen corazón, le demostró que era digno del amor de Babette. Incluso ganó un concurso de tiro muy importante, ¡dejando a todos con la boca abierta!

    Mientras tanto, la Doncella de Hielo, desde su palacio brillante en la cima de la montaña, observaba a Rudy. Recordaba aquel beso helado que le dio de bebé y sentía que Rudy le pertenecía un poquito. No le gustaba mucho que él quisiera a alguien más. A veces, cuando Rudy escalaba muy alto, sentía un viento frío que intentaba atraerlo hacia las cumbres más peligrosas.

    En la casa del molinero vivía un gato grande y un poco misterioso. A veces, parecía mirar a Rudy de una forma extraña, como si supiera los secretos de la montaña y de la Doncella de Hielo.

    Finalmente, ¡llegó el día! Rudy y Babette iban a casarse. ¡Qué alegría en el pueblo! Todos preparaban una gran fiesta con música y pasteles.

    Poco antes de la boda, Rudy y Babette fueron a pasear cerca de un lago, a una islita verde y bonita. Estaban tan felices, hablando de su futuro juntos. Babette vio unas flores preciosas que crecían al borde del agua, un poco difíciles de alcanzar. "¡Oh, qué bonitas!", exclamó.

    "¡Yo las cogeré para ti!", dijo Rudy, siempre tan valiente y queriendo complacer a su amada. Se acercó con cuidado a la orilla, donde las rocas estaban húmedas y resbaladizas. Estiró la mano para alcanzar las flores, pero ¡plaf! Perdió el equilibrio y cayó al agua fría del lago.

    Y en ese momento, la Doncella de Hielo apareció, rápida como un suspiro de invierno. Lo había estado esperando. Le dio un beso, esta vez un beso largo y helado, y se lo llevó con ella a su reino de hielo y nieve, allá en las cumbres más altas.

    Babette lloró y lloró. Su querido Rudy ya no volvería. Se había ido con la reina de las montañas.

    Y dicen que, desde entonces, en los días muy claros, si miras hacia las cumbres nevadas, puedes sentir la presencia de Rudy, el muchacho que amaba las montañas tanto como la Doncella de Hielo lo amaba a él, a su manera fría y eterna.

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