La mariposa
Cuentos de Andersen
En un jardín lleno de sol y colores, vivía una mariposa un poco presumida. Tenía unas alas preciosas, pintadas con todos los tonos del arcoíris, y se pasaba el día revoloteando de flor en flor. Pero no buscaba néctar, ¡no! Buscaba una novia.
"Necesito una esposa", pensaba la mariposa mientras se acicalaba una antena. "Pero tiene que ser la flor más bonita y especial de todas".
Primero vio a una Margarita, blanca y alegre.
"¡Hola, Margarita!", dijo la mariposa con su mejor sonrisa. "¿Te gustaría ser mi novia?"
La Margarita se sonrojó un poquito. "Oh, señor Mariposa, es usted muy amable. Pero creo que soy demasiado joven. Quizás el próximo año".
"Hmm, demasiado joven", pensó la mariposa y siguió volando.
Luego encontró un grupo de Tulipanes, altos y elegantes.
"¡Qué colores tan vivos!", exclamó la mariposa. "¿Alguna de ustedes querría casarse conmigo?"
Los Tulipanes se miraron entre ellos. "Somos bonitos, sí", dijo uno rojo, "pero nos cerramos por la noche. ¿Y si quieres bailar bajo la luna?"
"Cierto, demasiado dormilones", murmuró la mariposa.
Más adelante, vio unas florecillas silvestres, pequeñas y modestas.
"Son simpáticas", se dijo, "pero demasiado sencillas para un mariposa tan distinguido como yo". Y ni siquiera se detuvo a preguntar.
Así pasó la primavera y llegó el verano. La mariposa seguía buscando. Vio a la Madreselva, que olía de maravilla.
"¡Qué perfume tan dulce!", dijo la mariposa. "¿Serías mi dulce esposa?"
La Madreselva suspiró. "Querido amigo, mis mejores días ya pasaron. Estoy un poco mayor para bodas".
"Demasiado mayor", se lamentó la mariposa.
Encontró una Flor de Guisante, verde y con pequeñas vainas.
"¡Qué original!", pensó. "¿Y tú, Flor de Guisante?"
"¡Oh, no!", rio la Flor de Guisante. "Yo ya tengo mi familia aquí, en mi vaina. Soy muy hogareña".
"Demasiado hogareña para mis aventuras", decidió la mariposa.
El verano se acababa y llegaba el otoño. Las flores empezaban a marchitarse. La mariposa estaba un poco preocupada. "¿Dónde encontraré a mi novia perfecta?", se preguntaba.
Un día, mientras el viento soplaba fresquito, vio en el alféizar de una ventana una flor muy tiesa y de colores brillantes. No se movía con el viento y parecía siempre perfecta.
"¡Eureka!", gritó la mariposa. "¡Esta sí que es una flor constante y siempre hermosa! No se marchitará".
Voló hacia ella emocionado. "¡Oh, flor maravillosa! ¡Tú serás mi esposa! Eres perfecta, no cambias, siempre estás igual de bella".
La flor no respondió.
La mariposa se acercó más y la tocó con sus antenas. ¡Sorpresa! La flor era de papel y estaba sujeta con un alfiler a un corcho.
"¡Vaya!", exclamó la mariposa, sintiéndose un poco tonto. "He sido tan exigente buscando la flor perfecta, que casi me caso con una de papel".
La mariposa se dio cuenta de que había dejado pasar muchas flores bonitas y amables por ser demasiado quisquilloso. Quizás no necesitaba la flor más perfecta, sino una buena compañera con la que compartir el sol y el viento. Y aunque ese año no encontró esposa, aprendió que a veces, lo más sencillo y natural es lo más encantador.
1994 Vistas