• Pedro el Afortunado

    Cuentos de Andersen
    En una casita humilde, no hace mucho tiempo, nació un bebé muy especial. Se llamaba Pedro, y ¡sorpresa! Nació con una especie de gorrito muy finito en la cabeza. La gente del pueblo susurraba que eso era una señal de muchísima suerte, ¡como tener un trébol de cuatro hojas personal! Sus papás, aunque no tenían muchas monedas, lo querían un montón y guardaron ese "gorrito de la suerte" en una cajita.

    Pedro creció siendo un niño alegre y soñador. Le encantaba inventar juegos y contar historias fantásticas. No era el más aplicado en la escuela para las sumas y las restas, ¡pero su imaginación volaba más alto que cualquier cometa!

    Cuando fue un poco mayor, sus papás pensaron: "Con tanta suerte, seguro que Pedro será un gran comerciante". Lo enviaron a trabajar a una tienda elegante. Pero Pedro se pasaba el día mirando por la ventana, imaginando barcos piratas en las nubes, o charlando con los clientes sobre duendes en lugar de venderles telas. Así que, ¡adiós tienda!

    Luego, Pedro pensó: "¡Quiero ser actor! ¡Subir a un escenario y hacer reír y llorar a la gente!". Y lo intentó. Era muy bueno improvisando y tenía una gracia natural, pero a veces se olvidaba de sus frases porque se ponía a inventar diálogos nuevos en medio de la obra. Los directores se agarraban la cabeza, aunque el público a veces se divertía con sus ocurrencias.

    Un día, Pedro conoció a una chica dulce y bonita llamada Félix. Ella era hija de un señor muy rico y un poco gruñón. Pedro y Félix se hicieron grandes amigos, y pronto, ¡zas!, se enamoraron. Sus corazones latían como tambores cuando estaban juntos. Pero el papá de Félix frunció el ceño. "Este Pedro es un buen chico", pensaba, "pero no tiene un trabajo serio. ¡Solo sueña y cambia de idea cada dos por tres!".

    Pedro se sintió un poco triste, pero no se desanimó. "Tengo que encontrar mi verdadero talento", se dijo. Y como le encantaba la música y las historias, empezó a escribir canciones y a componer melodías. ¡Descubrió que se le daba de maravilla!

    Decidió viajar un poco para inspirarse. En sus viajes, recordó un cuento antiguo sobre un joven llamado Aladino y una lámpara mágica. ¡Qué historia tan emocionante! Pedro se sentó y, con toda su imaginación y su amor por la música, escribió una ópera entera sobre Aladino.

    Cuando presentó su ópera, ¡fue un éxito gigantesco! La música era preciosa, la historia era emocionante, y todo el mundo hablaba del increíble talento de Pedro. Se hizo famoso y ganó suficiente dinero como para vivir cómodamente.

    Con el corazón lleno de alegría, Pedro regresó a su ciudad. El papá de Félix, al ver lo talentoso y trabajador que era Pedro, y lo feliz que hacía a su hija, finalmente sonrió. "Está bien, Pedro", dijo. "Has demostrado que eres un joven de valía. Puedes casarte con Félix".

    Pedro y Félix se casaron y fueron increíblemente felices. Pedro siguió componiendo música maravillosa, y Félix siempre lo apoyaba con una sonrisa.

    ¿Y el gorrito de la suerte? Pedro se dio cuenta de que su verdadera suerte no estaba en ese trocito de tela guardado en una caja. Su suerte era su imaginación, su capacidad para crear cosas bellas, el amor de Félix y la alegría que sentía al hacer lo que amaba. El gorrito fue una bonita anécdota de su nacimiento, pero la felicidad y el éxito los construyó él mismo, con esfuerzo, pasión y mucho corazón. Y así, Pedro, el afortunado, vivió feliz, demostrando que la mejor suerte es la que uno mismo se crea.

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