• Tres hombres hacen un tigre

    Fábulas chinas
    En el antiguo reino de Wei, donde los tejados de las casas brillaban como si fueran de oro, vivía un rey muy importante. Este rey tenía un consejero muy listo llamado Pang Cong.

    Un día, Pang Cong tuvo que hacer un viaje largo, muy largo, para acompañar al joven príncipe a otro reino. Antes de irse, estaba un poquito preocupado. Así que fue a hablar con el rey.

    "Majestad," dijo Pang Cong, "¿qué pasaría si una persona viene corriendo y le dice que hay un tigre enorme paseando por el mercado del pueblo? ¿Usted le creería?"

    El rey se rio. "¡Claro que no, Pang Cong! ¿Un tigre en el mercado? ¡Qué idea tan loca!"

    "Y si vinieran dos personas, jadeando y diciendo lo mismo: '¡Un tigre, un tigre en el mercado!' ¿Empezaría a dudar un poquito?" preguntó Pang Cong.

    El rey se rascó la barbilla. "Mmm, bueno, quizás pensaría que algo raro está pasando."

    "Y si llegaran tres personas diferentes, todas muy asustadas, gritando: '¡Hemos visto un tigre en el mercado, es terrible!' ¿Entonces qué haría, Majestad?"

    El rey abrió mucho los ojos. "¡Pues claro que les creería! ¡Si tres personas lo dicen, debe ser verdad! ¡Habría un tigre en el mercado!"

    "Pero Majestad," dijo Pang Cong con calma, "todos sabemos que en el mercado no hay tigres, solo verduras, telas y juguetes. Pero si suficientes personas lo dicen, hasta lo más increíble parece cierto."

    Hizo una pausa y continuó: "Ahora yo me voy lejos, y sé que habrá gente que no me quiere mucho. Quizás más de tres personas inventen cosas sobre mí. Le pido, por favor, que piense bien y no crea todo lo que oiga tan fácilmente."

    El rey asintió. "Entiendo, Pang Cong. No te preocupes, tendré cuidado."

    Pang Cong se fue de viaje. Y tal como había pensado, algunas personas empezaron a contarle al rey cosas no muy bonitas sobre Pang Cong. Primero una, luego otra, y después otra más. Cada vez que alguien hablaba mal de Pang Cong, el rey recordaba lo del tigre en el mercado.

    Cuando Pang Cong finalmente regresó, contento de volver a casa, fue a ver al rey. Pero el rey, que había escuchado tantas cosas, ya no confiaba en él como antes y no quiso recibirlo.

    Pobre Pang Cong, aunque era bueno y leal, las palabras repetidas, como gotitas de agua que caen sin parar, habían convencido al rey de algo que no era verdad. Y así aprendió, de la manera más triste, que a veces muchas mentiras pequeñas pueden parecer una gran verdad.

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