• Comprar zapatos según las medidas

    Fábulas chinas
    En un pueblo muy animado, vivía un señor un poquito olvidadizo. Un día soleado, decidió que necesitaba unos zapatos nuevos porque los suyos ya estaban para tirar.

    Antes de salir de casa, pensó: "¡Claro! Debo medir mis pies para saber qué número de zapatos comprar". Con mucho cuidado, tomó una cinta métrica y midió el largo y el ancho de sus pies. Apuntó los números en un papelito. "¡Perfecto!", se dijo. "Así no me equivocaré".

    Guardó el papelito en el bolsillo y se fue caminando alegremente hacia el mercado. El mercado era un lugar bullicioso, lleno de colores, olores y mucha gente. Había puestos de frutas, de verduras, de telas y, ¡cómo no!, de zapatos.

    El señor encontró un puesto con unos zapatos que le parecieron fantásticos. Eran de un color muy bonito y se veían súper cómodos. Cuando estaba a punto de decirle al vendedor que quería probarse esos zapatos, metió la mano en el bolsillo para sacar su papelito con las medidas y... ¡Oh, sorpresa! ¡El papelito no estaba!

    "¡Ay, caramba!", exclamó el señor. "¡Me he dejado la medida en casa!".

    Sin pensarlo dos veces, le dijo al vendedor que esperara un momentito y salió corriendo de vuelta a su casa. Corrió y corrió tan rápido como pudo. Al llegar a casa, buscó el papelito, lo encontró encima de la mesa, ¡y otra vez a correr hacia el mercado!

    Cuando por fin llegó de nuevo al puesto de zapatos, jadeando un poco, ¡qué desilusión! El vendedor ya había recogido todas sus cosas y se estaba marchando. El mercado estaba cerrando.

    Un vecino que pasaba por allí lo vio con cara de pena y le preguntó:
    "Amigo, ¿qué te ha pasado? Te vi antes mirando esos zapatos tan bonitos".
    El señor, un poco triste, le contó toda la historia: que había medido sus pies, que había olvidado la medida, que había ido a casa a por ella y que al volver, ya era tarde.

    El vecino lo escuchó con atención y luego, rascándose la cabeza, le preguntó:
    "Pero, una cosa... ¿por qué no te probaste los zapatos directamente en tus pies cuando los viste?".

    El señor lo miró muy serio y respondió con toda convicción:
    "Porque yo confío más en la medida que tomé con la cinta, ¡es mucho más segura que mis propios pies!".

    El vecino se quedó un poco extrañado, pensando en lo curioso que era su amigo.

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