• Tragar dátiles enteros

    Fábulas chinas
    En un jardín lleno de árboles frutales, vivía un señor un poco despistado llamado Don Glotón. A Don Glotón le encantaba comer fruta, ¡toda la fruta!

    Un día soleado, estaba sentado a la sombra con una cesta llena de peras crujientes y dátiles muy dulces. Mientras mordisqueaba una pera, un vecino sabio pasó por allí y le dijo: "¡Qué ricas peras, Don Glotón! Son muy buenas para los dientes, los ponen fuertes. Pero cuidado, no son las mejores para la barriguita si comes demasiadas."

    Don Glotón asintió y siguió comiendo. Al rato, llegó una vecina muy amable y, al ver los dátiles, exclamó: "¡Oh, dátiles! ¡Qué delicia! Son maravillosos para la barriguita, la ayudan a sentirse bien. Pero, ojito, no son tan amigos de los dientes si los masticas mucho porque son muy dulces."

    Don Glotón se quedó pensando. "A ver, a ver... Las peras son buenas para los dientes, pero no tanto para la barriga. Los dátiles son buenos para la barriga, pero no tanto para los dientes... ¡Ya lo tengo! ¡Qué idea tan brillante!"

    Entonces, Don Glotón decidió que comería las peras masticándolas muy bien, para que sus dientes estuvieran contentos. Y para los dátiles, ¡tenía un plan especial! Tomó un dátil, cerró los ojos y ¡zas!, se lo tragó entero, sin masticar ni un poquito. "¡Así!", pensó, "mi barriga estará feliz y mis dientes no se enterarán del dulce."

    Y así siguió, masticando las peras con cuidado y tragando los dátiles uno tras otro, ¡ploc, ploc, ploc! Se sentía muy astuto por haber encontrado una solución tan "perfecta".

    Pero, claro, tragar los dátiles enteros no era la mejor idea. Aunque él creía que había engañado a sus dientes y ayudado a su barriga, en realidad, la comida necesita masticarse para que el cuerpo la aproveche bien. A veces, intentar encontrar un atajo sin pensar bien las cosas puede ser un poco tonto, ¿verdad? Es mejor disfrutar cada cosa como se debe y entenderla un poquito.

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