Hans el Listo
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un pueblito lleno de flores y sol, vivía un muchacho llamado Hans. Hans estaba muy enamorado de una chica llamada Gretel y ¡quería casarse con ella! Gretel también quería a Hans, pero la mamá de Gretel no estaba muy segura.
Un día, Gretel le dio a Hans una aguja de coser muy fina. Hans la tomó y, de camino a casa, vio un carro lleno de heno. "¡Qué buen lugar para guardar la aguja!", pensó. Y la clavó en el heno. Pero cuando llegó a casa, ¡la aguja ya no estaba! El carro se había ido con ella.
Su mamá le dijo: "¡Ay, Hans! Una aguja se lleva clavada en la manga de la camisa, así no se pierde".
Al día siguiente, Gretel le dio a Hans un cuchillo afilado. Hans recordó lo que dijo su mamá y pensó: "¡En la manga!". Metió el cuchillo en su manga, pero al caminar, el cuchillo cortó la tela, se cayó y se perdió.
Cuando llegó a casa, su mamá suspiró: "¡Hans, Hans! Un cuchillo se guarda en el bolsillo, con cuidado".
Pocos días después, Gretel le regaló un cabrito pequeño y juguetón. Hans, recordando el consejo del bolsillo, intentó meter al pobre cabrito en su bolsillo grande. ¡El cabrito balaba y pataleaba! Fue una lucha.
Al verlo llegar así, su mamá exclamó: "¡Pero bueno, Hans! A un cabrito se le ata una cuerda al cuello y se le lleva caminando a tu lado".
La siguiente vez, Gretel le dio un buen trozo de tocino. "¡Ya sé!", dijo Hans. "¡Con una cuerda!". Ató el tocino con una cuerda y lo arrastró por todo el camino. Unos perros hambrientos lo olieron y, mordisco a mordisco, se comieron casi todo el tocino.
"¡Hijo mío!", dijo su mamá. "El tocino se lleva sobre la cabeza, para que esté seguro".
Unos días más tarde, Gretel le dio un ternero joven y fuerte. Hans, muy decidido, intentó poner el ternero sobre su cabeza. ¡El ternero era pesado y no paraba de moverse! Hans terminó en el suelo, lleno de polvo, y el ternero escapó un poco asustado.
Su mamá, ya un poco cansada, le explicó: "Hans, un ternero se lleva al establo y se le da heno fresco para comer".
Finalmente, llegó el día en que Hans iba a buscar a Gretel para la boda. "¡Esta vez lo haré perfecto!", pensó Hans. Recordó el último consejo: "Al establo y darle heno".
Así que, cuando Gretel salió, muy contenta y vestida con su mejor traje, Hans la tomó con cuidado, la llevó al establo, la ató suavemente a un poste y le ofreció un puñado de heno.
Gretel abrió los ojos como platos. ¡No podía creerlo! Se enfadó tanto que se desató como pudo y salió corriendo de allí, diciendo que no quería ver a Hans nunca más.
Y así fue como Hans, por seguir los consejos al pie de la letra pero sin pensar un poquito por sí mismo, se quedó sin casarse con Gretel. A veces, es bueno escuchar, ¡pero también hay que usar la cabeza!
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