La pérdida del caballo del anciano de la frontera
Fábulas chinas
Cerca de una gran muralla, en una casita pequeña, vivía un abuelo llamado Viejo Sabio con su hijo. El Viejo Sabio tenía un caballo muy bonito que quería mucho.
Un día, ¡zas!, el caballo desapareció. Se había escapado. Los vecinos vinieron a consolar al Viejo Sabio. "¡Oh, qué mala suerte!", decían. "Perdiste tu caballo".
Pero el Viejo Sabio, muy tranquilo, acarició su barba y dijo: "Mmm, ¿mala suerte? ¿O quizás buena suerte? Quién sabe".
Pasaron unos días y, ¡sorpresa!, el caballo regresó. Y no venía solo. Traía consigo otro caballo, uno salvaje, fuerte y muy veloz.
Los vecinos volvieron, esta vez muy contentos. "¡Viejo Sabio, qué buena suerte!", exclamaron. "¡Ahora tienes dos caballos!".
El Viejo Sabio sonrió un poquito y contestó: "Mmm, ¿buena suerte? ¿O quizás mala suerte? Ya veremos".
Al hijo del Viejo Sabio le encantó el caballo nuevo. Era joven y le gustaba la aventura, así que intentó domarlo. Montaba el caballo salvaje todos los días. Pero un día, ¡cataplum!, el caballo lo tiró al suelo y el chico se rompió una pierna.
Los vecinos corrieron preocupados. "¡Qué terrible mala suerte!", se lamentaban. "Tu hijo se ha lastimado".
El Viejo Sabio, con su calma de siempre, dijo: "Mmm, ¿mala suerte? ¿O quizás buena suerte? Paciencia".
Poco tiempo después, estalló una guerra en el país. Todos los jóvenes fuertes del pueblo tuvieron que ir a luchar. Muchos de ellos no regresaron. Pero el hijo del Viejo Sabio, con su pierna rota, no pudo ir a la guerra. Se quedó en casa, recuperándose.
Los vecinos visitaron al Viejo Sabio una vez más. "¡Viejo Sabio, qué increíble buena suerte!", dijeron con alivio. "Tu hijo está a salvo porque no pudo ir a la guerra".
El Viejo Sabio los miró con una sonrisa sabia y dijo: "Amigos, a veces lo que parece malo trae algo bueno, y lo que parece bueno puede traer algo malo. La vida es así, llena de sorpresas, y no siempre sabemos qué es lo mejor al principio".
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