• El Viejo Tonto que Movió las Montañas

    Fábulas chinas
    Imaginen un abuelito llamado Yu. No era un abuelito cualquiera, ¡tenía una barba larguísima y una idea gigante! Frente a su casa, ¡zas!, se levantaban dos montañas enormes. Tan altas eran que tapaban el sol y hacían que ir a cualquier sitio fuera una aventura muy larga y cansada. Cada vez que él o su familia querían ir al pueblo o al río, tenían que dar una vuelta larguísima alrededor de ellas.

    Un día, el Abuelo Yu reunió a su familia. "Familia," dijo con voz firme pero amable, "estas montañas nos estorban mucho. ¡Vamos a moverlas!"

    Sus hijos y nietos se miraron con los ojos muy abiertos. ¿Mover montañas? ¡Eso sonaba imposible! Pero el Abuelo Yu sonrió con confianza. "Con paciencia y mucho trabajo, ¡claro que podemos! Cada día quitaremos un poquito de tierra y piedras. Si trabajamos todos juntos, algún día lo conseguiremos."

    Y así, cada mañana, el Abuelo Yu, sus hijos y hasta los nietos más pequeños, salían con palas, picos y cestos. Picaban la tierra, rompían las piedras y las llevaban lejos, muy lejos, hasta la orilla de un gran mar. Era un trabajo duro, ¡durísimo! El sol calentaba, el sudor corría por sus frentes, pero ellos seguían y seguían, cantando canciones para animarse.

    Un vecino, un poco sabelotodo llamado Don Sabelotodo, se acercaba a veces a verlos y se reía. "Abuelo Yu," le decía moviendo la cabeza, "¡qué idea tan tonta! Eres viejo y no te quedan muchas fuerzas. ¿Cómo crees que vas a mover esas montañas gigantes? ¡Nunca terminarás!"

    El Abuelo Yu, sin dejar de trabajar, le contestó con calma: "Puede que yo no viva para verlo, Don Sabelotodo. Pero cuando yo ya no esté, mis hijos seguirán cavando. Y cuando ellos falten, seguirán mis nietos. Y luego sus hijos, y los hijos de sus hijos. Nosotros seguiremos quitando tierra, pero las montañas no pueden crecer más. ¡Algún día, el camino estará libre!"

    Allá arriba, en el cielo, el Gran Rey del Cielo escuchó las palabras del Abuelo Yu. Vio su increíble esfuerzo, el de toda su familia, y cómo no se rendían nunca a pesar de lo difícil que era. ¡Quedó muy impresionado con tanta dedicación!

    "Este abuelito tiene un corazón valiente y una voluntad de hierro," pensó el Rey del Cielo. Y entonces, llamó a dos espíritus muy, muy fuertes, ¡tan fuertes que podían levantar islas enteras como si fueran galletas!

    Les dijo: "Vayan a la Tierra y ayuden a ese buen hombre y a su familia. ¡Muevan esas dos montañas!"

    Y ¡puf! Como por arte de magia, una noche, mientras el Abuelo Yu y su familia dormían profundamente después de un largo día de trabajo, los dos espíritus bajaron del cielo. Con mucho cuidado, tomaron una montaña en cada mano y se las llevaron volando muy, muy lejos. Una la pusieron al este y la otra al norte, donde no molestarían a nadie.

    A la mañana siguiente, cuando el Abuelo Yu y su familia salieron de casa, ¡no lo podían creer! Donde antes estaban las enormes montañas, ahora había un camino ancho y plano. ¡El sol brillaba con fuerza y se podía ver el horizonte!

    El Abuelo Yu sonrió, una sonrisa grande y feliz. Sabía que con esfuerzo, paciencia y sin rendirse nunca, ¡hasta lo más difícil se puede conseguir! Y todos en el pueblo aprendieron que, aunque una tarea parezca imposible, si trabajas duro y con esperanza, ¡puedes mover montañas!

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