• La guerra entre los gatos y los ratones

    Fábulas de Esopo
    En una casa grande y un poco vieja, donde los suelos de madera crujían con cada paso, vivía una pandilla de ratoncitos. Su mayor problema tenía nombre y bigotes: un gato enorme, astuto y muy silencioso. Para los ratones, él era simplemente "El Peligro Andante".

    Este gato era un experto cazador. Aparecía sin hacer ruido, como una sombra, y ¡zas!, más de un ratoncito había sentido sus garras afiladas. Los pobres ratones vivían con el corazón en un puño, siempre alerta, siempre asustados.

    Un día, cansados de vivir con tanto miedo, los ratones convocaron una asamblea urgente en el agujero más seguro detrás de la despensa.
    "¡Esto no puede seguir así!" chilló un ratoncito nervioso. "¡Tenemos que hacer algo!"
    Todos estuvieron de acuerdo. Discutieron y discutieron, pero ninguna idea parecía buena.

    De pronto, un ratoncito joven y con aires de ser muy listo, llamado Pizco, levantó una patita.
    "¡Amigos!" dijo con emoción. "¡Tengo la solución perfecta! Si le atamos un cascabel al cuello del gato, oiremos cuándo se acerca y podremos escondernos a tiempo. ¡Así nunca más nos sorprenderá!"

    "¡Bravo! ¡Qué idea tan brillante!" exclamaron todos. Los ratoncitos se pusieron muy contentos, imaginando una vida sin sustos, pudiendo corretear libremente en busca de migajas de queso. ¡Sería maravilloso!

    Pero entonces, un ratón anciano, con el pelaje ya un poco gris y que había visto muchas lunas, tosió suavemente para llamar la atención.
    "La idea de Pizco es, sin duda, muy ingeniosa," dijo con calma, mientras todos lo miraban. "Pero tengo una pequeña pregunta: ¿quién de nosotros será el valiente que se atreva a ponerle el cascabel al gato?"

    De repente, en el agujero solo se oyó el leve sonido de sus respiraciones. Todos los ratones se quedaron muy callados, mirando al suelo, a sus patitas, a cualquier sitio menos a los ojos del ratón anciano. Nadie dijo "yo". Ponerle un cascabel al gato significaba acercarse mucho, muchísimo, a "El Peligro Andante", y eso era algo que ninguno estaba dispuesto a hacer.

    Y así fue como la brillante idea de ponerle un cascabel al gato quedó en nada, porque una cosa es tener buenas ideas y otra muy distinta es atreverse a llevarlas a cabo, sobre todo si hay un gato enorme y astuto de por medio.

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