• El pescador y el atún

    Fábulas de Esopo
    El sol brillaba calentito sobre las olas azules, y allí estaba Don Ramón, el pescador, con su sombrero de paja y una sonrisa. Había pasado toda la mañana esperando con su caña de pescar, ¡y por fin sintió un tirón!

    "¡Ajá!", exclamó Don Ramón, mientras recogía el sedal con cuidado. Al final del hilo, chapoteando con energía, había un pez. Pero no era un pez cualquiera, ¡era un atún! Eso sí, era un atún bastante jovencito, no muy grande, pero con unas aletas brillantes.

    Cuando Don Ramón lo sacó del agua, el pequeño atún lo miró con sus ojos redondos y le dijo con una vocecita temblorosa: "¡Oh, buen pescador! Por favor, ¡devuélveme al mar! Todavía soy muy pequeño. Si me dejas ir, creceré mucho, me haré fuerte y grande. En unos meses, cuando vuelva a pasar por aquí, seré un premio mucho mejor para ti. ¡Imagínate qué banquete podrías tener!"

    Don Ramón se rascó la cabeza pensativo. La idea de un atún enorme sonaba muy bien, la verdad. Pero luego miró al atuncito que tenía en la mano.

    "Mmm, pequeño amigo", dijo Don Ramón con calma. "Un atún grande en el futuro suena tentador, pero ¿quién me asegura que volverás? ¿O que no te pescará otro antes que yo? Un atún pequeño en mi cesta hoy es más seguro que un atún gigante que quizás nunca atrape".

    Y así, Don Ramón decidió que era mejor quedarse con el pequeño atún que tenía seguro, en lugar de soñar con uno más grande que podría no llegar nunca. Aunque el atuncito no era enorme, sería una cena sabrosa para esa noche.

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