La tumba
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un valle soleado, donde los pájaros cantaban alegres melodías, vivían dos vecinos muy diferentes. Uno era un granjero muy, muy rico, con campos llenos de trigo y vacas gordas, pero tenía un corazón un poquito egoísta. Justo al lado, en una casita pequeña, vivía un campesino pobre, que aunque trabajaba mucho, apenas tenía para comer.
El granjero rico, con sus ojos brillantes de codicia, siempre quería más. Un día, pensó: "Mmm, el campito de mi vecino pobre se vería muy bien junto al mío". Y así, con artimañas y sin preguntar, se quedó con el pedacito de tierra del campesino. El pobre hombre se quedó muy triste, sin su tierra y sin casi nada. Con lágrimas en los ojos, dijo en voz baja: "Ojalá que quien me ha hecho esto no encuentre paz ni en su tumba".
Poco tiempo después, el granjero rico se puso muy enfermo y, ¡puf!, se murió. Lo enterraron con mucha pompa en el cementerio del pueblo, en una tumba grande y nueva. Pero, ¿qué creen que pasó? Cada noche, desde la tumba del granjero rico, se oían ruidos extraños: gemidos, lamentos y a veces hasta golpes, como si alguien estuviera muy incómodo allí dentro. La gente del pueblo tenía miedo de pasar cerca del cementerio por la noche.
Una noche oscura y con un poco de viento, un joven soldado, valiente como él solo, regresaba a casa después de mucho tiempo. Al pasar cerca del cementerio, escuchó los ruidos. "¿Qué será eso?", se preguntó. En lugar de asustarse, sintió curiosidad y un poquito de pena. Se acercó despacio a la tumba ruidosa.
De repente, una figura pálida y temblorosa apareció sobre la tumba. ¡Era el espíritu del granjero rico!
"¡Ayúdame, por favor!", suplicó el espíritu con voz de ultratumba. "No puedo descansar. Un espíritu malo viene cada noche y me atormenta porque fui muy avaro en vida y le quité su tierra a mi vecino".
El soldado, aunque un poco sorprendido, no perdió la calma. "¿Y qué puedo hacer yo?", preguntó.
"Si te quedas aquí tres noches y lo espantas, te daré una gran recompensa", dijo el espíritu. "Pero ten cuidado, es muy fuerte".
El soldado, que no le temía a nada, aceptó. La primera noche, se sentó sobre la tumba, con su espada al lado. A medianoche, apareció una sombra oscura con ojos rojos como brasas. ¡Era el espíritu malo! Intentó agarrar al espíritu del granjero, pero el soldado saltó y con su espada lo hizo retroceder. El espíritu malo gruñó y desapareció entre las sombras.
La segunda noche, el espíritu malo volvió, aún más enfadado. Trajo consigo un viento helado y ruidos espantosos. Pero el soldado, firme como una roca, luchó con más fuerza todavía, gritando: "¡Deja en paz a este hombre!". Y otra vez, el espíritu malo tuvo que huir.
La tercera noche fue la más difícil. El espíritu malo llegó con toda su furia, haciendo temblar la tierra. La lucha fue larga y agotadora. El soldado estaba cansado, pero pensaba en su promesa y en el pobre espíritu del granjero. Con un último esfuerzo, blandió su espada con tanta fuerza que el espíritu malo dio un chillido terrible y se desvaneció para no volver jamás.
El espíritu del granjero rico sonrió, esta vez con paz en su rostro fantasmal. "Gracias, valiente soldado", dijo. "Ahora por fin puedo descansar. Como recompensa, debajo de esta tumba encontrarás un tesoro. Úsalo bien". Y dicho esto, el espíritu desapareció, dejando un silencio tranquilo en el cementerio.
A la mañana siguiente, el soldado cavó donde le había indicado el espíritu y encontró un cofre lleno de monedas de oro. ¡Era muy rico! Pero el soldado tenía un buen corazón. Lo primero que hizo fue buscar al campesino pobre. Le dio una buena parte del tesoro, suficiente para que comprara una granja nueva, mucho más grande y bonita que la que había perdido. El campesino no cabía en sí de alegría y le dio las gracias mil veces.
Y así, el soldado vivió feliz, ayudando a los demás con su fortuna, y el campesino pobre volvió a sonreír, trabajando alegremente en su nueva tierra. Y el granjero rico, bueno, él por fin pudo dormir en paz en su tumba.
1358 Vistas