• La ondina del estanque

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    Imagina un viejo molino, con su rueda girando y girando al lado de un estanque de aguas tranquilas. Allí vivían un molinero y su esposa. No eran ricos, y un día, ¡zas!, perdieron casi todo lo que tenían. El molinero estaba muy triste y no sabía qué hacer.

    Una tarde, paseaba junto al estanque, pensando en sus problemas. De repente, del agua surgió una figura brillante. Era la ondina del estanque, un espíritu del agua con cabellos largos como algas. La ondina le dijo con voz suave: "Te haré rico si me prometes lo que acaba de nacer en tu casa".

    El molinero pensó: "Seguro que es un perrito o un gatito que acaba de tener nuestra mascota". Así que aceptó, contento de poder solucionar sus problemas. Pero cuando llegó a casa, ¡sorpresa! Su esposa había tenido un bebé, un niño precioso. El molinero se dio cuenta de su terrible error, pero ya era tarde.

    Con la riqueza que le dio la ondina, vivieron bien, pero siempre con miedo. El niño creció fuerte y feliz, y se convirtió en un cazador muy hábil. Se casó con una joven también cazadora, y eran muy felices. El molinero nunca le contó a su hijo sobre la promesa.

    Un día, el joven cazador estaba persiguiendo un ciervo cerca del estanque de su infancia. Logró cazarlo y se acercó al agua para lavarse las manos manchadas. En ese instante, la ondina apareció y, ¡plaf!, lo arrastró al fondo del estanque.

    Su esposa lo esperó y esperó, pero no volvía. Muy preocupada, fue a buscarlo por todas partes, llorando junto al estanque. Una noche, mientras lloraba, se le acercó una anciana sabia. "No llores más", le dijo la anciana. "Te diré cómo recuperarlo. Cuando haya luna llena, ve al estanque".

    La anciana le dio instrucciones. La primera luna llena, la joven fue al estanque y peinó su largo cabello con un peine de oro, tal como le dijo la anciana. La cabeza de su esposo apareció sobre el agua, mirándola con tristeza.

    La siguiente luna llena, volvió y tocó una melodía dulce con una flauta de oro. Esta vez, su esposo apareció hasta los hombros, extendiendo sus brazos hacia ella.

    A la tercera luna llena, llevó una rueca de oro e hiló un hilo dorado. ¡Su esposo entero salió del agua! Corrió hacia ella para abrazarla.

    Pero la ondina, furiosa porque le quitaban su premio, hizo que el estanque creciera y creciera, formando una gran inundación para separarlos. El agua los arrastraba. En ese momento, la anciana sabia, que observaba desde lejos, usó su magia para protegerlos. Los transformó: a ella en una rana y a él en un sapo.

    Como rana y sapo, fueron arrastrados por la corriente en diferentes direcciones. Pasó mucho tiempo. Vivieron muchas aventuras, siempre sintiendo que les faltaba algo, buscándose sin saber que se buscaban el uno al otro.

    Un día, la rana y el sapo se encontraron junto a un arroyo. Aunque no se reconocían con sus nuevas formas, sintieron una conexión especial, una alegría extraña al estar juntos. Y de repente, mientras se miraban, ¡volvieron a ser humanos! La magia de la transformación se había roto porque se habían encontrado.

    Se abrazaron muy fuerte, ¡qué alegría! Recordaron todo. Regresaron a su hogar, lejos del estanque de la ondina, y vivieron felices para siempre, agradecidos por haberse encontrado de nuevo.

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