Los hijos de Eva
Cuentos de los Hermanos Grimm
En los días en que el mundo era muy, muy joven, Adán y Eva ya no vivían en el Paraíso. Tenían una casa sencilla y trabajaban mucho para conseguir comida. Y ¡vaya que tenían hijos! Muchos, muchos hijos. ¡La casa siempre estaba llena de risas y correteos!
Un día, Adán llegó a casa con una noticia importante. "Eva," dijo, "¡Dios va a venir a visitarnos!"
Eva se puso un poco nerviosa. ¡Dios en su casa! Quería que todo estuviera perfecto. Miró a todos sus hijos. Algunos eran muy guapos y bien peinados. Otros... bueno, otros estaban un poco sucios de tanto jugar y no eran tan arreglados.
Eva pensó: "Solo le mostraré a Dios los más bonitos. A los otros, los esconderé un poquito para que no los vea."
Así que, a los niños que no le parecían tan presentables, los escondió rápidamente. A uno lo metió detrás de una gran cortina, a otro debajo de la cama, a unos cuantos en el pajar e incluso a uno dentro de un barril vacío que olía un poco a vinagre. ¡Puf! Justo a tiempo.
Cuando Dios llegó, Eva le presentó a sus hijos más guapos y limpios, todos en fila y sonriendo.
Dios sonrió y los bendijo uno por uno. "Tú serás un rey poderoso," le dijo a uno. "Tú, un noble valiente," a otro. "Tú, un comerciante rico que viajará por el mundo," y "Tú, un sabio que escribirá libros importantes." Y así siguió, dando a cada uno de esos niños un futuro brillante.
Eva estaba muy contenta al escuchar estas maravillosas bendiciones. Entonces, pensando que sus otros hijos también podrían recibir regalos tan buenos, corrió a buscarlos.
Sacó a los niños de detrás de la cortina, de debajo de la cama, del pajar y del barril. Estaban un poco despeinados, con algo de paja en el pelo y oliendo un poquito raro, pero eran sus hijos.
"Señor," dijo Eva, un poco sin aliento, "aquí tengo más hijos. ¿También los bendecirás?"
Dios, que lo sabe todo, sonrió con amabilidad. Por supuesto que sabía que Eva los había escondido.
También los bendijo. "Tú serás un buen granjero que cultivará la tierra," le dijo a uno. "Tú, un hábil artesano que construirá casas y muebles." "Tú, un pescador que traerá peces del mar," y "Tú, un pastor que cuidará ovejas en las montañas." A cada uno le dio una tarea útil y necesaria.
Eva se quedó un poco pensativa. Las bendiciones eran buenas, pero no parecían tan grandiosas como las primeras.
Dios le explicó con cariño: "Eva, todos tus hijos son importantes y todos los trabajos son necesarios en el mundo. Cada uno tiene un don especial y un lugar en la vida."
Y así fue como, desde aquel día, hubo gente de todo tipo en el mundo, cada uno con su tarea, y todos, a su manera, eran hijos de Adán y Eva, queridos por Dios.
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