• Compartir las alegrías y las penas

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    ¿Alguna vez escucharon la historia de una chica muy lista y un muchacho llamado Rolando? Pues bien, esta chica vivía con su madrastra, que en secreto era una bruja un poco gruñona, y con su hermanastra, a la que la bruja quería mucho más.

    Un día, la madrastra bruja tuvo una idea muy fea: quería deshacerse de la chica lista. Pero la chica, que tenía orejas de lince, escuchó el plan. Esa noche, le dijo a su hermanastra: "¡Cambiemos de cama, será divertido!" Y así lo hicieron. Cuando la bruja entró a oscuras para hacer su maldad, ¡se equivocó de cama y fue su propia hija la que recibió el susto!

    Al darse cuenta del error, la bruja se enfadó muchísimo. La chica lista y su querido Rolando no esperaron más y ¡escaparon corriendo! La bruja, furiosa como un avispón, salió volando en su escoba detrás de ellos.

    Cuando estaban a punto de ser alcanzados, la chica dijo: "¡Rolando, rápido, conviértete en un lago y yo seré un patito nadando en él!" Y ¡zas!, así fue. La bruja llegó, vio el lago y el patito, pero no los reconoció y siguió de largo.

    Pero la bruja era astuta y pronto se dio cuenta del truco. ¡Volvió a perseguirlos! Esta vez, la chica dijo: "¡Conviértete en un músico con un violín y yo seré una rosa muy roja en un rosal espinoso!" Cuando la bruja llegó y quiso arrancar la rosa, el músico empezó a tocar una melodía tan alegre y rápida que la bruja no pudo evitar ponerse a bailar. Bailó y bailó, sin poder parar, hasta que sus zapatos echaron humo y cayó al suelo, ¡agotadísima y sin poder moverse más! Así se libraron de ella.

    Rolando entonces dijo: "Amada mía, iré al castillo a preparar nuestra boda. Espérame aquí, transformada en una piedra roja en el camino, para que nadie te reconozga y estés segura." La chica obedeció. Pero cuando Rolando llegó al castillo, conoció a otra joven y, por alguna extraña razón, ¡se olvidó por completo de su chica lista!

    La pobre chica esperó y esperó, convertida en piedra. Al ver que Rolando no volvía, se puso tan triste que se transformó en una flor solitaria y hermosa, creciendo al borde del camino. Un día, un pastor que pasaba por allí vio la flor. "¡Qué flor tan preciosa!", pensó, y la cortó con cuidado para llevarla a su cabaña.

    Desde que la flor llegó a la cabaña, ¡ocurrían cosas maravillosas! Por la mañana, el pastor encontraba todo limpio y ordenado, la comida preparada, ¡como por arte de magia! El pastor, extrañado, fue a ver a una anciana sabia del pueblo. Ella le dijo: "Mañana, al mediodía, cuando creas que la magia está ocurriendo, lanza un pañuelo blanco sobre la flor".

    Al día siguiente, el pastor hizo lo que la anciana le indicó. Y en el instante en que el pañuelo tocó la flor, ¡apareció la chica lista! Estaba tan agradecida con el pastor que se quedó a vivir con él, ayudándole en la cabaña.

    Pasó el tiempo, y llegó el día de la boda de Rolando con la otra joven. Era costumbre en ese reino que todas las doncellas del lugar cantaran para los novios. Cuando le tocó el turno a la chica lista, su voz sonó tan dulce y clara que Rolando, al escucharla, sintió un vuelco en el corazón. De repente, ¡recordó todo! Recordó a su amada, su huida, las transformaciones y su promesa.

    Corrió hacia ella, la abrazó y le pidió perdón por haberla olvidado. La otra novia se quedó muy sorprendida, ¡y un poco enfadada! Pero Rolando solo tenía ojos para su chica lista. Se casaron ese mismo día, y esta vez, vivieron felices para siempre, compartiendo todas sus alegrías. Y el pastor también fue muy feliz, porque siempre los visitaba.

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