El Sol Brillante Reveló la Verdad
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un sendero soleado, iba caminando un sastre con su aguja y dedal, soñando con aventuras y quizás, un poquito de riqueza. No había caminado mucho cuando vio, a lo lejos, a otro viajero que parecía llevar una bolsa bien llena.
Al sastre, que a veces tenía ideas no muy buenas, se le ocurrió algo. Se acercó al viajero y, con voz que intentaba ser temible, le dijo: "¡Amigo, dame todo tu dinero o te las verás conmigo!"
El viajero, un hombre tranquilo que solo pasaba por allí, se asustó mucho. "Por favor," suplicó, "no me hagas daño. Solo tengo unas pocas monedas para mi viaje."
Pero el sastre no quiso escuchar. Justo cuando el sastre iba a tomar el dinero por la fuerza, el viajero miró hacia el cielo azul y dijo con tristeza, pero con firmeza: "Quizás tú me hagas daño ahora, pero recuerda esto: ¡el sol brillante lo sacará todo a la luz!"
El sastre se rió de esas palabras, le quitó las monedas al pobre hombre y siguió su camino, sintiéndose muy astuto.
Pasaron muchos, muchos años. El sastre se había establecido en un pueblo, se había casado con una buena mujer y tenía dos hijos alegres y juguetones. Tenía su propia sastrería y le iba bastante bien. Casi había olvidado aquel encuentro en el camino.
Una mañana, mientras desayunaba con su familia, un rayo de sol entró por la ventana. La luz se reflejó en la jarra de leche que estaba sobre la mesa, y proyectó un círculo brillante y danzarín en la pared, justo frente al sastre.
Al ver esa mancha de luz, el sastre se puso pálido como un fantasma. Sin pensar, murmuró para sí mismo: "Sí, sí, quiere sacarlo a la luz, ¡pero no podrá, no podrá!" Y se tapó los ojos un instante.
Su esposa, que estaba sirviendo más pan, lo escuchó. "¿Qué dices, querido?" preguntó con curiosidad. "¿Qué es lo que quiere salir a la luz y no puede?"
El sastre se sobresaltó. "¡Nada, nada! Cosas mías, una tontería," intentó decir, pero su esposa vio su cara de preocupación.
"Algo te pasa," insistió ella con dulzura. "¿Qué secreto te atormenta tanto que hasta un rayo de sol te asusta?"
El sastre intentó cambiar de tema, pero su esposa, con cariño y paciencia, siguió preguntando. Finalmente, sintiéndose acorralado por la luz en la pared y las preguntas de su esposa, el sastre no pudo más. Con la voz entrecortada, le contó toda la historia de aquel día en el camino, cómo le había robado al viajero y las últimas palabras que este había dicho.
La esposa escuchó con horror y tristeza. Aunque amaba a su esposo, sabía que lo que había hecho estaba muy mal y que un secreto así no podía seguir oculto. Con el corazón encogido, fue a hablar con el alcalde del pueblo y le contó la confesión de su marido.
El sastre fue llamado ante el juez. Allí, tuvo que admitir su culpa. Y así, de una manera muy inesperada, las palabras del viajero se hicieron realidad: el sol brillante, reflejado en una simple jarra de leche, ayudó a que la verdad saliera finalmente a la luz.
1141 Vistas