Los dos viajeros
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un camino lleno de sol y polvo, caminaban dos hombres que eran amigos, o al menos, compañeros de viaje. Uno era zapatero, un poco presumido, siempre diciendo que hacer zapatos era el arte más importante del mundo. El otro era sastre, más callado y observador, y pensaba que cada trabajo tenía su valor.
Un día, mientras cruzaban un bosque espeso, ¡zas! Un oso enorme apareció delante de ellos. El zapatero, sin pensarlo dos veces, soltó sus herramientas y trepó al árbol más cercano tan rápido como pudo. ¡Parecía una ardilla asustada!
El sastre, que no era tan ágil para trepar, recordó un consejo: si te haces el muerto, los osos no te molestan. Así que se tiró al suelo, cerró los ojos y aguantó la respiración.
El oso se acercó al sastre. Lo olfateó de arriba abajo, le dio un empujoncito con el hocico, como si quisiera ver si se movía. El sastre ni pestañeó. Finalmente, el oso pareció susurrarle algo al oído y se marchó tranquilamente.
Cuando el oso desapareció, el zapatero bajó del árbol, un poco tembloroso pero intentando disimular. "¡Uf, qué susto!", dijo. "Oye, ¿qué te dijo el oso al oído? Parecía un secreto importante".
El sastre se levantó, se sacudió el polvo y miró seriamente al zapatero. "Me dio un consejo muy útil", respondió. "Me dijo: Nunca más viajes con alguien que te abandona cuando llega el peligro".
El zapatero se quedó sin palabras y sintió cómo se le ponían rojas las orejas. No dijo nada más. Poco después, en el siguiente cruce de caminos, se despidieron y cada uno siguió por su lado.
El sastre, con su aguja, hilo y buen corazón, llegó a una ciudad donde su talento para coser ropas hermosas lo hizo muy querido. Vivió contento y con muchos amigos. Del zapatero no se supo mucho más, pero seguro aprendió que ser un buen compañero es tan importante como ser bueno en tu trabajo.
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