• Los tres pajaritos

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un bosque enorme, tan grande que parecía no tener fin, un rey se perdió un día mientras cazaba. Estaba muy preocupado cuando, de repente, apareció una viejecita. "Te ayudaré a salir del bosque", dijo la anciana, "si prometes casarte con mi hija, que es la muchacha más hermosa del mundo".

    El rey, que solo quería volver a su castillo, aceptó. La hija era realmente muy bella, pero la viejecita era, en secreto, una bruja con no muy buenas intenciones.

    El rey ya tenía un hijo de un matrimonio anterior, un príncipe muy bueno y valiente. A la nueva reina, la madrastra, este niño no le gustaba nada de nada. Un día, mientras el rey estaba lejos, la madrastra miró al príncipe con malos ojos y, con un gesto mágico, ¡zas!, lo convirtió en un pajarito de plumas brillantes que salió volando por la ventana.

    Poco tiempo después, el rey y la nueva reina tuvieron dos hijos más: un niño y una niña. Estos niños crecieron escuchando historias sobre un hermano mayor que había desaparecido. Un día, mientras jugaban cerca del bosque, vieron un pajarito muy especial que cantaba una melodía triste. Sintieron que debían seguirlo. La reina malvada, que los observaba desde una ventana del castillo, se dio cuenta de que los niños sentían una conexión con el pajarito. Furiosa porque pudieran descubrir su secreto, ¡puf!, también los convirtió en pajaritos.

    Ahora, tres pajaritos de diferentes colores volaban juntos y tristes por el inmenso bosque. No sabían qué hacer. Después de mucho volar, encontraron una pequeña y acogedora cabaña. Allí vivía un anciano de barba blanca y ojos amables.

    "Pobres pequeños", dijo el anciano al verlos. "Sé que no son pájaros comunes. Son niños encantados por una madrastra malvada". Los pajaritos piaron con esperanza. "¿Hay alguna forma de volver a ser niños?", parecieron preguntar.

    El anciano sonrió. "Sí la hay", respondió. "Deben encontrar la Flor de Cristal que crece en la cueva escondida detrás de la cascada más alta del bosque. Pero tienen que ser muy valientes y no deben picotear ninguna baya venenosa en el camino, por más hambre que tengan".

    Los tres pajaritos emprendieron el viaje. Volaron durante días, sintiendo hambre, pero recordaron las palabras del anciano y no tocaron ninguna baya sospechosa. Finalmente, encontraron la cascada más alta y, detrás de ella, una cueva oscura. Con un poco de miedo, pero juntos, entraron. Al fondo de la cueva, una flor hecha de cristal puro brillaba con luz propia.

    Con mucho cuidado, el hermano mayor, que era el pajarito de plumas más brillantes, tocó la flor con su piquito. Luego, sus hermanos hicieron lo mismo. ¡Chispas de luz llenaron la cueva! Y, de repente, los tres pajaritos volvieron a ser niños.

    ¡Qué alegría! Salieron corriendo de la cueva, agradecieron al anciano y volvieron rápidamente al castillo. El rey, su padre, lloró de felicidad al ver a sus tres hijos reunidos y a salvo. Cuando la reina malvada los vio, se puso tan pálida del susto y la rabia que su propia magia la castigó, convirtiéndola en una estatua de piedra en el jardín, para que nunca más pudiera hacer daño a nadie.

    Y así, los tres hermanos vivieron muy felices en el castillo con su padre, jugando y riendo todos los días, recordando siempre su aventura como tres valientes pajaritos.

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