El zorro y el gato
Cuentos de los Hermanos Grimm
En un claro del bosque, donde el sol pintaba manchitas de luz en el suelo, una Gata se encontró con el Señor Zorro.
"Buenos días, Señor Zorro," saludó la Gata amablemente. "¿Cómo está usted hoy?"
El Zorro la miró de arriba abajo con aire de importancia. "Ah, eres tú, Gata. ¿Y qué podría saber una criatura tan simple como tú sobre cómo estoy yo, el gran Zorro?"
La Gata, un poco sorprendida por su tono, respondió con calma: "Bueno, solo preguntaba. Parece un buen día para pasear."
"¡Ja!", se burló el Zorro. "Para ti quizás. Yo siempre estoy ocupado pensando en mis maravillosas habilidades. Soy conocido por mi astucia, ¿sabes? Conozco cien trucos diferentes para escapar de cualquier peligro, ¡y además tengo un saco lleno de artimañas secretas!"
El Zorro infló el pecho. "¿Y tú, Gata? ¿Cuántos trucos sabes? Me imagino que no muchos."
La Gata se encogió un poquito de hombros. "Pues, Señor Zorro, yo solo sé uno, pero es muy bueno. Cuando los perros me persiguen, puedo trepar rápidamente a un árbol y ponerme a salvo en las ramas más altas."
"¡Solo uno!", exclamó el Zorro, riéndose a carcajadas. "¡Qué pobreza de ingenio! ¡Solo trepar a un árbol! Realmente me das un poco de lástima. Con mis cien trucos y mi saco de artimañas, yo podría enseñar al mundo entero."
Justo en ese momento, se escuchó a lo lejos el sonido de un cuerno de caza y el ladrido emocionado de muchos perros. ¡Un cazador con su jauría se acercaba!
La Gata no lo pensó dos veces. "¡Ahí vienen!", maulló. Y ¡zas!, de un salto ágil, trepó al árbol más cercano, subiendo y subiendo hasta una rama alta y segura, desde donde podía ver todo sin ser alcanzada.
"¡Señor Zorro!", llamó la Gata desde arriba. "¡Rápido, abra su saco de artimañas! ¡Use uno de sus cien trucos ahora!"
El Zorro miró a su alrededor, nervioso. Los perros se acercaban cada vez más rápido. "Eh... ¿cuál uso? ¿El truco número siete? ¿O quizás el veintitrés? ¿O será mejor el que me hace invisible... no, ese no lo practiqué bien..."
Mientras el Zorro dudaba, intentando decidir cuál de sus famosos cien trucos era el mejor para la ocasión, los perros llegaron y, en un instante, lo rodearon.
Desde la seguridad de su rama, la Gata observó cómo el Zorro, con todos sus trucos y artimañas, no pudo escapar. A veces, un solo truco bien sabido es mucho más útil que cien trucos que no se saben usar en el momento justo.
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