• El Buen Negocio

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un campo verde y lleno de flores, vivía un campesino llamado Juan. Un día, Juan decidió llevar su vaca al mercado para venderla. ¡Y vaya suerte! La vendió por siete relucientes monedas de plata.

    "¡Qué bien!", pensó Juan, mientras caminaba de regreso a casa con las monedas tintineando en su bolsillo. "¡Siete monedas enteras!".

    No había caminado mucho cuando se encontró con un hombre que llevaba un caballo fuerte y ágil. "¡Buenos días!", dijo el hombre del caballo. "Veo que llevas unas monedas brillantes. Yo tengo este caballo, ¿te gustaría cambiarlo por tus monedas?".

    Juan miró el caballo. "¡Vaya! Un caballo es mucho más rápido para viajar que caminar", pensó. "Y parece muy fuerte". Así que, sin pensarlo dos veces, le dio sus siete monedas al hombre y se llevó el caballo. ¡Estaba feliz con su cambio!

    Siguió su camino montado en el caballo, sintiéndose muy importante. Al poco rato, se cruzó con otro hombre que llevaba una vaca. "¡Hola!", saludó el hombre de la vaca. "Qué bonito caballo tienes. Yo te lo cambiaría por mi vaca. Una vaca da leche fresca todos los días, ¿sabes?".

    Juan se rascó la cabeza. "Es verdad", pensó. "La leche es muy buena. Y mi esposa estaría contenta con leche fresca". Así que bajó del caballo, se lo dio al hombre y se llevó la vaca. ¡Otro buen negocio, según él!

    Caminando con su nueva vaca, se encontró con un carnicero que empujaba un cerdo rosado y gordito en una carretilla. "¡Buen hombre!", dijo el carnicero. "Esa vaca parece buena, pero ¿qué tal un cerdo? Con un cerdo puedes tener jamón, tocino... ¡delicioso!".

    Juan lo pensó. "Mmm, jamón y tocino suenan muy bien", se dijo. "Mucho mejor que solo leche". Y así, cambió su vaca por el cerdo del carnicero. ¡Estaba convencido de que había hecho el mejor trato!

    Con el cerdo bajo el brazo, que no era nada ligero, siguió andando. Pronto vio a un muchacho que venía del mercado con un ganso blanco y grande. "¡Qué cerdo tan pesado llevas!", dijo el muchacho. "Mi ganso es más ligero, pone huevos y sus plumas sirven para hacer almohadas suaves. ¿Lo cambiamos?".

    "¡Claro!", pensó Juan. "Un ganso es más fácil de llevar y las almohadas de plumas son muy cómodas". Así que cambió el cerdo por el ganso. ¡Qué listo se sentía!

    Ya casi llegaba a su pueblo cuando vio a un afilador de tijeras trabajando con su rueda de afilar. El afilador también tenía una piedra grande y pesada a su lado. "¡Amigo!", le dijo el afilador. "Ese ganso es bonito, pero ¿para qué lo quieres? Mira esta piedra de afilar, con ella tus cuchillos siempre cortarán bien. Y te doy esta otra piedra grande de regalo, ¡es muy útil!".

    Juan miró las piedras. "Bueno, un ganso puede escaparse", pensó. "Pero una piedra de afilar siempre está ahí cuando la necesitas. ¡Y otra piedra de regalo!". Así que cambió su ganso por la piedra de afilar y la otra piedra grande.

    Ahora Juan cargaba dos piedras muy pesadas. El sol calentaba mucho y Juan empezó a tener sed. Vio un pozo al lado del camino y decidió descansar y beber un poco de agua. Dejó las piedras en el borde del pozo con cuidado, pero al inclinarse para sacar agua, ¡zas!, la piedra de afilar se resbaló y cayó al fondo del pozo con un gran "¡PLOF!".

    "¡Oh, no!", exclamó Juan. Mientras miraba cómo se había hundido, la otra piedra grande también perdió el equilibrio y, ¡PLAS!, siguió a la primera al fondo del pozo.

    Juan se quedó mirando el agua. Primero se sintió un poco triste, pero luego una gran sonrisa apareció en su cara. "¡Qué suerte tengo!", se dijo a sí mismo. "Esas piedras eran tan pesadas y me estaban cansando mucho. ¡Ahora no tengo que cargar nada hasta casa! ¡Soy el hombre más afortunado del mundo!".

    Y así, ligero como una pluma y más feliz que unas castañuelas, Juan llegó a su casa, sin vaca, sin caballo, sin cerdo, sin ganso y sin piedras, pero convencido de que había hecho los mejores negocios de su vida. Su esposa, al escuchar todas sus aventuras, primero abrió mucho los ojos, pero luego se echó a reír y le dio un gran abrazo, feliz de tener a su Juan de vuelta, tan contento como siempre.

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