• Los Dos Hermanos

    Cuentos de los Hermanos Grimm
    En un rincón del mundo, donde los árboles susurraban secretos, vivía un humilde leñador con sus dos hijos gemelos. Eran tan parecidos que ni su mamá los distinguía bien, ¡parecían dos gotas de agua! Un día, uno de ellos, llamémosle Valiente, dijo: "Papá, quiero ver mundo, vivir aventuras". Su hermano, al que llamaremos Fiel, le dio un abrazo y un cuchillo muy brillante. Valiente le dijo: "Hermano, si alguna vez esta hoja se oxida, sabrás que estoy en peligro y necesitaré tu ayuda".

    Valiente se despidió y caminó y caminó. En el bosque, se encontró con una liebre que iba a cazar. Pero la liebre le suplicó: "¡Por favor, no me hagas daño!". Valiente, que tenía buen corazón, la dejó ir. Más adelante, vio un zorro, luego un lobo, después un oso y finalmente un león. A todos les perdonó la vida cuando pudo cazarlos, y todos, agradecidos, le prometieron su amistad y le siguieron. ¡Qué pandilla tan curiosa!

    Llegaron a una ciudad donde la gente estaba muy, muy triste. "¿Qué ocurre?", preguntó Valiente. Un anciano le contó: "Un dragón terrible de siete cabezas vive cerca y cada año debemos entregarle a la doncella más hermosa. Este año... ¡le toca a la princesa!".

    "¡Eso no puede ser!", exclamó Valiente. Cuando llevaron a la princesa llorando hacia la montaña del dragón, Valiente y sus amigos animales la siguieron. El dragón salió echando fuego por sus siete bocas. ¡Pero Valiente no tenía miedo! La liebre mordisqueó los pies del dragón para distraerlo, el zorro le arañó la cola, el lobo le mordió una pata, el oso le dio un gran zarpazo y el león rugió tan fuerte que hizo temblar al dragón. Mientras tanto, Valiente, ¡zas, zas, zas!, cortó las siete cabezas del dragón. Para tener una prueba, cortó las siete lenguas y las guardó en su pañuelo.

    La princesa estaba muy contenta y agradecida. Pero un mariscal del rey, que era un poco tramposo y había visto todo desde lejos, corrió al palacio y dijo: "¡Majestad, yo he matado al dragón!". El rey, feliz, le prometió la mano de su hija.

    En la fiesta de compromiso, Valiente se presentó. "Un momento", dijo. "El verdadero héroe soy yo". El mariscal se rió. Pero Valiente sacó las siete lenguas del dragón. "Si él mató al dragón, ¿dónde están sus lenguas?". El mariscal se quedó mudo. El rey, al ver la prueba, se enfadó mucho con el mariscal y casó a su hija con Valiente.

    Vivieron muy felices. Un día, Valiente fue de caza siguiendo a una hermosa cierva blanca. La cierva lo llevó hasta una cabaña en lo profundo del bosque. Dentro había una bruja muy vieja que, enfadada porque Valiente había matado a su "mascota" el dragón, ¡lo convirtió en una estatua de piedra! ¡Puf!

    En el castillo, Fiel miraba cada día el cuchillo. De repente, ¡se empezó a oxidar! "¡Oh, no! ¡Mi hermano Valiente está en peligro!", gritó. Sin pensarlo dos veces, Fiel tomó el mismo camino que su hermano. Los animales, al verlo tan parecido a Valiente, pensaron que era él y lo siguieron también.

    Cuando Fiel llegó a la ciudad, todos lo saludaban: "¡Bienvenido, príncipe Valiente!". La princesa corrió a abrazarlo. Fiel no entendía nada, pero se dio cuenta de que lo confundían con su hermano. Para ser respetuoso con la esposa de su hermano, cuando dormían en la misma habitación, Fiel ponía su espada en medio de la cama.

    Un día, Fiel decidió ir a buscar a su hermano al bosque, pues sabía que algo le había pasado allí. Los animales lo guiaron hasta la cabaña de la bruja. Con la ayuda del león, el oso, el lobo, el zorro y la liebre, Fiel logró que la bruja confesara y la obligó a deshacer el hechizo. ¡Valiente volvió a ser de carne y hueso!

    Los dos hermanos se abrazaron con mucha alegría. Pero cuando Valiente regresó al castillo y supo que Fiel había estado con la princesa, sintió un poco de celos, sin saber lo de la espada. Estaba a punto de enfadarse mucho cuando la princesa explicó: "Tu hermano es el hombre más honorable. Siempre puso su espada entre nosotros dos".

    Valiente entendió entonces el gran corazón y la lealtad de su hermano Fiel. Se abrazaron de nuevo, esta vez más fuerte. Y así, los dos hermanos, la princesa y todos sus amigos animales vivieron felices para siempre, compartiendo aventuras y muchas risas.

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