• Pedro, su esposa y su hijo pequeño

    Cuentos de Andersen
    En un rincón soleado del mundo, donde las flores sonreían al sol y los pajaritos cantaban sus mejores canciones, vivía una familia muy contenta. Estaba Pedro, un papá fuerte y amable; su esposa, que tenía la risa más dulce del pueblo; y su pequeño hijo, al que todos llamaban Pedrito, ¡igual que su papá!

    Su casa no era un castillo gigante, ¡para nada! Era una casita acogedora, con un techo rojo y un jardín lleno de zanahorias y lechugas que Pedro cuidaba con mucho cariño. La esposa de Pedro hacía magia en la cocina, convirtiendo esas verduras en sopas calentitas y ensaladas crujientes.

    Pedrito era un torbellino de alegría. Le encantaba ayudar a su papá en el jardín, aunque a veces, en lugar de regar las plantas, terminaba regando sus propios piececitos. También le gustaba sentarse junto a su mamá mientras ella cosía, imaginando que los hilos de colores eran caminos secretos hacia mundos de fantasía.

    Un día, Pedro llegó a casa con una gran sonrisa. "¡Miren lo que he conseguido!", dijo, mostrando una moneda brillante. No era mucho, pero para ellos era suficiente para comprar un poco de harina y hacer un pan delicioso. La esposa de Pedro aplaudió contenta y Pedrito dio saltos de emoción pensando en el pan calentito con mantequilla.

    Mientras el pan se horneaba y llenaba la casita con un olor delicioso, Pedro jugaba con Pedrito a las atrapadas alrededor de la mesa. La esposa de Pedro los miraba y su corazón se sentía tan calentito como el horno.

    No tenían montañas de juguetes ni cofres llenos de oro, pero tenían algo mucho más valioso: se tenían el uno al otro. Cuando comían juntos, las risas eran el mejor postre. Cuando Pedrito se raspaba la rodilla, los abrazos de mamá y papá eran la mejor medicina. Y por las noches, los cuentos que Pedro inventaba eran más emocionantes que cualquier película.

    Así, Pedro, su esposa y el pequeño Pedrito vivían sus días, llenos de pequeñas alegrías que, juntas, formaban una felicidad enorme. Descubrieron que no se necesita mucho para ser feliz, solo un hogar lleno de amor, una pizca de imaginación y muchas, muchas sonrisas. Y colorín colorado, esta familia feliz siempre estuvo a su lado.

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