• Las dos doncellas

    Cuentos de Andersen
    Hace no mucho tiempo, en el escaparate de una juguetería muy bonita, vivían dos muñecas de cera. No eran muñecas cualquiera, ¡parecían de verdad!

    Una de ellas tenía un vestido rosa brillante, como un caramelo de fresa, y una sonrisa tan grande que parecía que iba a cantar en cualquier momento. Siempre estaba alegre y soñaba con tener una casita con jardín y muchos amigos para jugar. La llamaremos Sonrisas.

    Al lado de Sonrisas, estaba otra muñeca. Ella llevaba un vestido azul cielo, muy elegante, y su carita era más seria, como si estuviera pensando en cosas importantes. Le gustaba mirar a la gente que pasaba por la calle e imaginar las historias de cada uno. A ella la llamaremos Pensamientos.

    Las dos muñecas pasaban los días viendo el mundo desde la ventana. Veían niños corriendo, señoras con sombreros divertidos y perros que olisqueaban todo.

    Un día, un joven muy simpático se paró delante del escaparate. Miró a Sonrisas y sus ojos brillaron. "¡Qué muñeca tan feliz!", pensó. "Es perfecta para mi novia, que siempre está contenta". Y así, el joven entró en la tienda y compró a Sonrisas. La dependienta la envolvió con mucho cuidado en un papel de seda y se la llevó.

    Sonrisas estaba emocionadísima. ¡Por fin iba a tener una casa y alguien con quien jugar! Se despidió de Pensamientos con una última sonrisa radiante.

    Pensamientos se quedó sola en el escaparate. Vio cómo su amiga se iba a una nueva aventura. Al principio, se sintió un poco triste. Echaba de menos las risas de Sonrisas.

    Pasaron los días, y luego las semanas. El sol calentaba el cristal del escaparate y a veces, Pensamientos sentía cómo su vestido azul perdía un poquito de su color. El polvo también empezó a visitarla, posándose suavemente sobre sus hombros.

    Ya no era la muñeca más nueva de la tienda. Llegaron otros juguetes: osos de peluche, coches de carreras y pelotas saltarinas. Pero Pensamientos seguía allí, observando.

    A veces, se preguntaba cómo le iría a Sonrisas. Imaginaba que estaría en una habitación llena de luz, rodeada de cariño y juegos.

    Aunque Pensamientos no salió del escaparate tan rápido, encontró su propia manera de ser feliz. Se convirtió en la guardiana de las historias de la calle. Veía a los niños crecer, a las hojas de los árboles cambiar de color con las estaciones y a las estrellas brillar por la noche.

    Y así, aunque su aventura fue diferente a la de Sonrisas, Pensamientos también tuvo una vida llena de cosas interesantes que ver y pensar, allí, en su rincón especial del escaparate.

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