• Quién es el más feliz

    Cuentos de Andersen
    En un jardín donde el sol pintaba de colores las flores y los pájaros cantaban sus melodías más alegres, se escuchó una pregunta flotando en el aire: "¿Quién de todos nosotros será el más feliz?"

    Una Rosa, roja y muy elegante, estiró sus pétalos y dijo con voz presumida: "¡Pues yo, claro! Soy la más bella, todos me admiran y mi perfume encanta. ¿Hay algo mejor que ser tan hermosa?"
    Pero una vocecita desde abajo le contestó: "Es verdad que eres bella, Rosa, pero tienes espinas que pinchan y tu belleza dura solo unos días."

    Entonces, una Mariposa con alas de mil colores que revoloteaba cerca, exclamó: "¡No, no! La más feliz soy yo. Vuelo libre por donde quiero, visito todas las flores y bebo su néctar dulce. ¡Vivir volando es lo mejor!"
    "Pero tu vida es muy corta, amiga Mariposa," se oyó decir. "Apenas dura un verano."

    Un Caracol, que avanzaba despacito con su casa a cuestas, asomó sus antenitas y comentó con calma: "Quizás yo sea feliz. Llevo mi hogar conmigo a todas partes, así nunca estoy lejos de casa. Y cuando llueve, ¡qué frescor!"
    "Pero vas tan despacio, Caracol, y te escondes mucho," dijo una margarita curiosa.

    El Sol, que lo había escuchado todo desde lo alto, brilló con más fuerza y dijo: "¡Sin duda, yo soy la felicidad! Doy luz y calor a todos. Sin mí, nada crecería, no habría colores ni alegría."
    "Es cierto, Sol," respondió una nubecita pasajera, "pero a veces quemas demasiado y haces que todos busquen la sombra."

    Una Gota de Rocío, que brillaba como un diamante sobre una hoja, susurró: "Yo reflejo toda la belleza del mundo en mi pequeña esfera. Veo el cielo, las flores, ¡todo! ¡Eso es felicidad!"
    "Pero desapareces tan rápido cuando el Sol te calienta," le recordó una hormiga trabajadora.

    Cerca de allí, sentada en un banco a la sombra de un gran árbol, había una abuelita de pelo blanco como la nieve. Sonreía mientras escuchaba la conversación del jardín. Tenía los ojos llenos de una luz tranquila y sus manos arrugaditas descansaban en su regazo.

    Una mariquita curiosa, con sus puntitos negros bien puestos, voló hasta ella y le preguntó: "Señora, y usted, ¿es feliz?"

    La abuelita miró al cielo, luego a las flores, y después a la mariquita. Con una voz suave como una caricia, respondió:
    "Queridos amigos del jardín," dijo, "he visto muchas primaveras florecer como tú, hermosa Rosa. He sentido la alegría de moverme con ligereza, como si tuviera alas, igual que tú, Mariposa. He aprendido a llevar mi hogar en el corazón, sintiéndome segura como tú, Caracol. He disfrutado del calor del Sol y de la belleza efímera de una Gota de Rocío."

    Hizo una pequeña pausa y continuó: "He vivido muchos años. He reído, he llorado un poquito a veces, he aprendido mucho y he querido mucho. Ahora, tengo muchos recuerdos hermosos guardados en mi corazón, como tesoros, y siento una gran paz por dentro. Y lo más importante, tengo fe y esperanza. Creo que eso, mis pequeños, es ser muy, muy feliz."

    Todos en el jardín se quedaron en silencio, pensando en las palabras de la abuelita. La Rosa ya no parecía tan presumida, la Mariposa volaba más despacio y el Caracol asomó un poquito más sus antenas.
    Quizás la felicidad no era solo una cosa, como ser el más bello o el más libre. Quizás la felicidad era tener un corazón lleno de recuerdos bonitos, de amor y de paz, como el de la abuelita. Y eso, pensaron todos, era algo que cada uno podía encontrar a su manera.

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