• El Tío Tom

    Cuentos de Andersen
    En una cabaña humilde, vivían un leñador y su esposa que soñaban con tener un hijo. Pasaba el tiempo y no llegaba ningún bebé. Un día, la esposa dijo suspirando: "¡Ay, cómo me gustaría tener un hijito, aunque fuera tan pequeño como mi dedo pulgar!"

    Y como si la magia la hubiera escuchado, ¡su deseo se hizo realidad! Nació un niño sano y fuerte, pero tan, tan chiquitito, que de verdad cabía en el dedo pulgar de su papá. Por eso, con mucho cariño, lo llamaron Pulgarcito.

    Pulgarcito era chiquitín, pero muy, muy listo. Un día, su papá necesitaba llevar un carro lleno de leña al pueblo, pero el caballo no quería avanzar.
    "¡Yo te ayudo, papá!" —dijo Pulgarcito con su vocecita. Se metió con cuidado en la oreja del caballo y, susurrándole dulcemente, lo guio por todo el camino. La gente en el camino se quedaba boquiabierta al ver el carro moverse como por arte de magia, ¡nadie podía ver al diminuto conductor!

    Unos hombres que pasaban por allí vieron lo inteligente que era Pulgarcito. "¡Qué niño tan asombroso!", exclamaron. "Podría sernos de gran ayuda". El papá de Pulgarcito, con el corazón un poco triste pero pensando que su hijo viviría grandes aventuras, aceptó que se fuera con ellos.

    Pero Pulgarcito, que era más astuto que un zorro, no quería dejar su hogar. En un descuido de los hombres, se deslizó y se escondió en un agujerito en el suelo.

    Cuando llegó la noche, Pulgarcito buscó un lugar calentito para dormir. ¡Ay! Se metió en un montón de heno fresco, y justo entonces, una vaca enorme se acercó y… ¡ñam! Se comió el heno con Pulgarcito y todo.
    "¡Muuuu! ¡Qué oscuro y qué eco hay aquí dentro!" —gritó Pulgarcito desde la panza de la vaca.
    La vaca, asustada por esa voz misteriosa, empezó a correr y a mugir sin parar. El granjero, al oír tanto alboroto, pensó: "¡Esta vaca se ha vuelto loca!". Cuando la vaca por fin se calmó, Pulgarcito aprovechó un gran bostezo de la vaca para salir de allí.

    Pero las aventuras de Pulgarcito no habían terminado. Un lobo hambriento que merodeaba por el bosque vio al pequeño y, ¡zas!, se lo tragó de un bocado, pensando que era un delicioso insecto.
    "¡Socorro! ¡Estoy en la barriga del lobo!" —gritó Pulgarcito. Pero luego tuvo una idea—. "¡Oye, lobo! Conozco un lugar donde hay un montón de pasteles y galletas. ¡Si me llevas, te lo enseñaré!"

    El lobo, que era muy goloso, siguió las indicaciones de Pulgarcito. Pero en lugar de una pastelería, ¡llegaron directos a la casa de los papás de Pulgarcito!
    El papá, al ver al lobo en la puerta, tomó una escoba y lo asustó tanto que el lobo salió corriendo. Y de un salto, ¡Pulgarcito salió de la boca del lobo, sano y salvo!

    ¡Qué alegría tan grande sintieron sus papás! Lo llenaron de besos y abrazos. Pulgarcito les contó todas sus increíbles hazañas. Aunque era tan pequeño como un dedal, había demostrado ser el más valiente e ingenioso de todos.

    Y desde ese día, vivieron muy felices. Pulgarcito, con su gran corazón y su mente brillante, siempre encontraba formas divertidas de ayudar a su familia y vivir nuevas aventuras, ¡pero eso sí, sin alejarse demasiado de su querida casa!

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