Frey y Gerd
Mitología nórdica
¿Conocen a Frey? Era un dios muy bueno, amigo del sol y de la lluvia, que hacía crecer las plantas y traía la paz. Vivía en Asgard, el hogar de los dioses, y siempre estaba de buen humor.
Un día, Frey tuvo una idea un poco traviesa. Decidió sentarse en el trono de Odín, el papá de todos los dioses. Este trono se llamaba Hlidskjalf y desde allí se podía ver ¡todo el universo! Nadie, excepto Odín, debía sentarse ahí, pero Frey sintió curiosidad.
Frey miró y miró, y de repente, en el lejano mundo de los gigantes, vio a una chica tan bonita que su corazón hizo ¡pum, pum, pum! Se llamaba Gerd, y era una giganta. Sus brazos brillaban como el sol de la mañana cuando los levantaba. Frey se quedó con la boca abierta. ¡Nunca había visto a nadie tan hermosa!
Desde ese momento, Frey ya no quería jugar, ni comer, ni sonreír. Solo pensaba en Gerd. Estaba tan triste que su papá, Njord, y su hermana, Freya, se preocuparon mucho.
"¿Qué te pasa, hijo?", preguntó Njord.
Frey suspiró: "He visto a la giganta más bella del universo y no puedo vivir sin ella".
Frey tenía un sirviente muy listo y valiente llamado Skirnir. Skirnir era su mejor amigo y le dijo: "Mi señor Frey, no estés triste. Dime qué puedo hacer y te ayudaré".
Frey le contó todo sobre Gerd. "¡Oh, Skirnir!", suspiró, "¡Ayúdame a conocerla! Si lo haces, te daré mi caballo mágico, que corre más rápido que el viento, y mi espada mágica, que lucha sola contra los enemigos". ¡Esa espada era un tesoro muy grande!
Skirnir, que quería mucho a Frey, aceptó la misión. Montado en el caballo veloz y con la espada al cinto, cabalgó durante días y noches hasta llegar a Jotunheim, el país de los gigantes.
Cuando llegó a la casa de Gerd, vio que estaba protegida por perros feroces y una cerca de fuego. Pero Skirnir era valiente. Consiguió pasar y encontró a Gerd en su salón.
"¡Hola, Gerd!", dijo Skirnir. "Vengo de parte de Frey, un dios muy bueno y guapo de Asgard. Él te ha visto desde muy lejos y se ha enamorado de ti. Quiere que seas su esposa y te envía estos regalos". Skirnir le ofreció once manzanas de oro que daban juventud eterna.
Pero Gerd, que era un poco orgullosa, frunció el ceño y dijo: "No quiero tus manzanas. No me casaré con Frey".
Skirnir no se rindió. Sacó otro regalo: el anillo mágico Draupnir, que cada nueve noches creaba ocho anillos de oro iguales a él. "Mira este anillo, Gerd. Es un tesoro de los dioses".
Gerd lo miró, pero volvió a negar con la cabeza. "Tampoco quiero tu anillo. Tengo suficiente oro en la casa de mi padre".
Skirnir empezó a preocuparse. Si no convencía a Gerd, Frey seguiría muy triste. Entonces, Skirnir se puso un poco más serio. Sacó la espada mágica de Frey y una vara con runas mágicas grabadas.
"Gerd", dijo con voz firme, "si no aceptas el amor de Frey, tendré que usar la magia de estas runas. Harán que te sientas muy sola, que nadie te quiera y que solo comas cardos. ¿De verdad prefieres eso a ser amada por un dios tan bueno como Frey?".
Gerd se asustó un poco al ver la espada y escuchar las palabras de Skirnir. No quería estar sola y triste para siempre. Lo pensó un momento y finalmente dijo: "Está bien, está bien. Dile a Frey que acepto conocerlo. Nos encontraremos en el bosque de Barri, dentro de nueve noches".
¡Qué alegría sintió Skirnir! Guardó su vara y su espada, y montó de nuevo en el caballo mágico. Voló de regreso a Asgard y le dio la noticia a Frey.
Frey saltó de contento, abrazó a Skirnir y le dio las gracias. Pero luego, miró al horizonte y suspiró: "¡Nueve noches! ¡Qué largo me va a parecer esperar tanto tiempo! Cada día será como un mes".
Pero Frey esperó con paciencia. Y cuando pasaron las nueve noches, fue al bosque de Barri y allí, bajo los árboles, se encontró con la hermosa Gerd. Se sonrieron, hablaron y, como en los cuentos, se enamoraron de verdad y decidieron casarse.
Frey estaba muy feliz con Gerd, pero había entregado su espada mágica. Aunque en ese momento no le importó, más adelante, en la gran batalla final llamada Ragnarok, echaría mucho de menos esa espada que luchaba sola. Pero esa, amigos, es otra historia.
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