Los cuervos de Odín, Hugin y Munin
Mitología nórdica
Odín, el papá de todos los dioses en un lugar llamado Asgard, era muy curioso. Quería saberlo TODO, ¡absolutamente todo lo que pasaba en los nueve mundos! Pero claro, no podía estar en todas partes a la vez.
Para ayudarle en esta tarea tan importante, tenía dos amigos con plumas, ¡dos cuervos muy listos! Uno se llamaba Hugin, que significa "Pensamiento", y el otro Munin, que quiere decir "Memoria". ¡Qué nombres tan interesantes para unos pájaros!
Cada mañana, cuando el sol apenas pintaba el cielo de colores, Odín abría su ventana y Hugin y Munin salían volando. ¡Zas! Se iban a recorrer el mundo entero. Volaban por encima de las montañas más altas, se colaban en los bosques más profundos y hasta visitaban las ciudades de los humanos.
Hugin y Munin eran como unos reporteros con alas. Veían si los gigantes preparaban alguna travesura, si los enanos encontraban oro brillante en sus cuevas, o si los niños en la Tierra aprendían algo nuevo en la escuela. ¡Y escuchaban todos los chismes y noticias importantes! Nada se les escapaba a estos dos astutos cuervos.
Al atardecer, justo cuando Odín se sentaba a cenar en su gran salón, los dos cuervos regresaban veloces. Se posaban con cuidado en sus hombros, uno a cada lado, y le contaban al oído, en voz bajita, todo lo que habían descubierto.
"Odín, hoy un gigante tropezó con una montaña y se enfadó mucho", susurraba Hugin.
"Y los enanos encontraron una gema azul como el cielo", añadía Munin.
Odín sonreía y asentía. Gracias a Hugin y Munin, era el dios más informado de todos. Sabía cuándo ayudar, cuándo advertir y cuándo simplemente observar.
Pero a veces, Odín miraba al cielo y se preocupaba un poquito, especialmente por Munin. Pensaba: "Me preocupo por Hugin, que no regrese. Pero me preocupo aún más por Munin, que no regrese. Porque los pensamientos pueden ir y venir, ¡pero perder los recuerdos sería muy triste!"
Así que, ya ven, Hugin y Munin no eran cuervos cualquiera. Eran los mensajeros especiales de Odín, sus pequeños ayudantes que le traían el conocimiento del mundo entero, cada día, sin falta. Y así, cada nuevo amanecer, la aventura de volar, ver, escuchar y contar volvía a empezar para los cuervos de Odín.
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