• Skaði y Njörðr

    Mitología nórdica
    En las montañas más altas, donde el viento silba y la nieve nunca se derrite, vivía una giganta fuerte y valiente llamada Skadi. Amaba esquiar por las laderas heladas y cazar con su arco y flechas.

    Un día, algo muy triste pasó. Su padre, un gigante llamado Thjazi, tuvo un problema con los dioses de Asgard, y ellos... bueno, digamos que Thjazi no volvió a casa. Skadi se puso muy, muy enfadada y triste. ¡Quería justicia! Así que se puso sus esquís más rápidos y bajó de las montañas hasta Asgard, la ciudad de los dioses.

    Cuando llegó, con su armadura brillante y su mirada fiera, los dioses se sorprendieron al verla tan decidida. Odín, el rey de los dioses, le dijo con calma: "Skadi, entendemos tu dolor. Te ofrecemos algo a cambio para reparar el daño".

    Skadi pensó un momento. "Está bien", dijo. "Quiero dos cosas: primero, quiero casarme con uno de vosotros. Y segundo, ¡tenéis que hacerme reír! Porque no he sonreído desde que mi padre se fue".

    Los dioses aceptaron. Para elegir esposo, Skadi dijo que solo miraría los pies. ¡Qué idea tan curiosa! Ella pensaba: "El dios más guapo, Baldr, seguro que tiene los pies más bonitos y limpios". Así que se tapó los ojos con una venda y solo miró una fila de pies descalzos que los dioses le presentaron. Eligió los pies que le parecieron más cuidados y elegantes. "¡Estos!", exclamó.

    Pero cuando se quitó la venda, ¡oh sorpresa! No era Baldr. Era Njord, el dios del mar. Sus pies estaban limpios y bien formados por el agua salada y la arena de la playa. Skadi se encogió un poco de hombros, un trato era un trato.

    Ahora faltaba hacerla reír. Todos los dioses lo intentaron con chistes y trucos, pero Skadi seguía seria, con el ceño fruncido. Hasta que llegó Loki, el dios travieso. Loki hizo algo tan inesperado y un poco tonto con una cabra (no preguntéis qué, ¡fue muy gracioso!) que Skadi no pudo evitarlo: ¡soltó una gran carcajada! Su risa resonó por todo Asgard. ¡Misión cumplida!

    Así que Skadi y Njord se casaron. Al principio, todo parecía ir bien. Pero pronto descubrieron que eran muy, muy diferentes. Skadi amaba sus montañas frías, el sonido del viento entre los pinos y el aullido de los lobos por la noche. Njord amaba su hogar junto al mar, el calor del sol, el sonido de las olas rompiendo en la orilla y el canto de las gaviotas.

    Decidieron probar algo: pasarían nueve noches en las montañas de Skadi, en su casa llamada Thrymheim, y luego nueve noches junto al mar, en la casa de Njord, Noatun.

    Cuando estaban en Thrymheim, Njord no podía dormir. "¡Oh, estas montañas!", se quejaba. "El viento aúlla demasiado fuerte y los lobos me dan un poco de miedo. Extraño el canto suave de mis gaviotas y el olor a sal".

    Y cuando estaban en Noatun, Skadi tampoco podía dormir. "¡Ay, este mar!", decía. "Las gaviotas gritan sin parar y no me dejan descansar. El sol es demasiado brillante y echo de menos el silencio de la nieve y la emoción de la caza en el bosque".

    Después de intentarlo varias veces, se sentaron a hablar con calma. "Njord", dijo Skadi, "te aprecio mucho, eres un buen dios, pero no puedo ser feliz lejos de mis montañas".
    "Y yo te aprecio a ti, Skadi", respondió Njord con amabilidad, "eres una giganta increíble, pero mi corazón pertenece al mar".

    Así que, con mucho cariño y respeto, decidieron que lo mejor era que cada uno viviera en el lugar que amaba. No estaban enfadados, solo entendieron que eran demasiado diferentes para vivir juntos y ser felices al mismo tiempo.

    Skadi volvió a sus amadas montañas nevadas, donde esquió, cazó y vivió muchas aventuras. Y Njord regresó a su cálida costa, escuchando las olas y cuidando de los marineros y los peces. Y aunque no vivieron juntos para siempre, siempre se recordaron con una sonrisa, porque a veces, ser buenos amigos y respetar las diferencias es la mejor manera de quererse.

    1669 Vistas