Yggdrasil, el Árbol del Mundo
Mitología nórdica
¿Sabes qué había en el mismísimo centro de todos los mundos, hace muchísimo tiempo? ¡Un árbol gigante, pero gigante de verdad! Se llamaba Yggdrasil, y era tan alto que sus ramas más altas parecían cosquillear las nubes, y sus raíces eran tan profundas que llegaban a lugares secretos y maravillosos.
Este superárbol no era un árbol cualquiera. ¡Era como el edificio principal de todo el universo! Tenía tres raíces enormes y muy importantes.
Una raíz, ¡zas!, se hundía en Asgard, el brillante hogar de los dioses y las diosas, como el fuerte Thor con su martillo y el sabio Odín. Cerca de esta raíz había un pozo mágico, el Pozo de Urd, donde vivían tres señoras muy listas llamadas las Nornas. Ellas cuidaban el árbol y, con hilos de colores, tejían lo que iba a pasar en la vida de todos, ¡imagínate!
Otra raíz se estiraba hasta llegar a Jotunheim, la tierra de los gigantes, que a veces eran un poco gruñones. Cerca de esta raíz estaba el Pozo de Mimir, lleno de agua que te hacía ¡superinteligente! Pero para beber de él, había que ser muy valiente.
Y la tercera raíz, ¡ay!, esa llegaba hasta un lugar muy frío y un poco oscuro llamado Niflheim. Allí, en la oscuridad, vivía un dragón llamado Nidhogg. A Nidhogg le encantaba morder esta raíz, ¡ñam, ñam!, como si fuera su chicle favorito. No lo hacía por maldad, ¡simplemente le gustaba!
El tronco de Yggdrasil era tan fuerte y grande que sostenía Midgard, el mundo donde vivimos los humanos. ¡Sí, nuestro mundo estaba protegido por este árbol increíble!
Arriba, en las ramas más altas de Yggdrasil, tan altas que casi no se veían, vivía un águila muy grande y con una vista excelente. Desde allí arriba, el águila lo veía todo, ¡absolutamente todo!
Pero lo más divertido era una ardilla muy parlanchina llamada Ratatoskr. Esta ardilla era como un mensajero superrápido. Subía y bajaba por el tronco de Yggdrasil todo el día, ¡fiu, fiu! Llevaba mensajes y, a veces, algún que otro chismorreo entre el águila de arriba y el dragón Nidhogg de abajo. ¡Imagínate las cosas que se contarían!
Además, por las ramas de Yggdrasil correteaban cuatro ciervos muy elegantes, que comían sus hojas y brotes tiernos. ¡El árbol daba para todos!
Yggdrasil no era solo un árbol; era como el corazón que conectaba todos los mundos: el de los dioses, el de los gigantes, el de los humanos y muchos más. Gracias a él, todo estaba unido y la magia podía viajar de un lugar a otro. Era el árbol más importante y especial de todas las historias.
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