Diana y la diosa de la luna cazadora
Mitología romana
En un bosque lleno de árboles altos y susurros misteriosos, vivía una diosa muy especial llamada Diana. A Diana le encantaba correr entre los árboles más rápido que el viento. Llevaba un arco y flechas, ¡pero no para asustar a los animalitos! Ella era su amiga y protectora.
A veces, sus amigas, las ninfas del bosque, jugaban con ella al escondite entre los helechos gigantes y reían con el eco de las montañas. Diana conocía cada rincón del bosque, cada arroyo cantarín y cada cueva secreta donde los osos dormían su siesta.
Pero Diana también tenía un trabajo muy importante por la noche. Cuando el sol, que era su hermano gemelo Apolo, se iba a dormir cansado después de brillar todo el día, ¡era el turno de Diana!
Ella se subía muy, muy alto en el cielo y se convertía en la luna brillante. A veces era una luna redonda y grande como un queso delicioso, y otras veces era una luna delgadita como una uña de plata. Desde allí arriba, con su luz plateada, iluminaba los caminos para los viajeros perdidos y vigilaba que todos los animales del bosque durmieran tranquilos y tuvieran dulces sueños. Los lobos le aullaban canciones de buenas noches y los búhos le contaban los secretos del día.
A Diana le encantaba bailar con las estrellas parpadeantes y pintar el cielo de colores suaves, como el azul oscuro y el violeta, justo antes de que Apolo regresara con su carro de fuego para despertar al mundo.
Así que, la próxima vez que mires al cielo por la noche y veas la luna, ya sea grande y redonda o pequeña y curvada como una sonrisa, recuerda a Diana. Ella está allí arriba, cuidando de la noche, de los bosques y de todos sus amigos animales, enviando luz y sueños tranquilos.
1104 Vistas