Minerva, diosa de la sabiduría y las artes
Mitología romana
¿Alguna vez has tenido un dolor de cabeza tan, tan fuerte que sentías que tu cabeza iba a explotar? Pues algo así le pasó un día a Júpiter, el rey de todos los dioses. ¡Ay, ay, ay! ¡Mi cabeza!, gritaba Júpiter tan fuerte que las nubes temblaban. Ningún dios sabía qué hacer para calmarlo.
Entonces, llamaron a Vulcano, el dios herrero, que era muy fuerte y hábil con su martillo. Con mucho cuidado, porque Júpiter era el jefe, Vulcano dio un golpecito en la cabeza del rey de los dioses y… ¡sorpresa! De la cabeza de Júpiter saltó una diosa ya adulta, ¡con casco, escudo y lanza! Era Minerva, ¡lista para la acción desde el primer momento! Todos se quedaron con la boca abierta.
Minerva no era una diosa cualquiera. Era la diosa de la sabiduría, de las ideas brillantes, de las artes y de las cosas bien hechas, como tejer bonitas telas, construir casas fuertes o planear cómo ganar un juego difícil. Siempre estaba pensando y aprendiendo.
Un día, una nueva ciudad muy bonita, construida en una tierra soleada, buscaba un dios o diosa que la protegiera. Minerva quería serlo, pero Neptuno, el dios del mar, con su barba larga y su tridente, también quería.
Los habitantes de la ciudad dijeron: "Está bien, el que nos dé el regalo más útil para nuestra ciudad será nuestro protector".
Neptuno, que era un poco presumido, golpeó el suelo con su poderoso tridente y ¡zas! De la tierra brotó un caballo fuerte, rápido y salvaje. "¡Miren qué maravilla!", dijo Neptuno. "Con este caballo podrán ir a la guerra y viajar veloces". El caballo era impresionante, pero también un poco difícil de controlar.
Luego le tocó a Minerva. Ella, con calma, tocó la tierra suavemente con la punta de su lanza. Y de allí, despacito, empezó a crecer un árbol. No era un árbol cualquiera. Tenía hojas de color verde plateado y unos pequeños frutos verdes: ¡era un olivo!
Minerva sonrió y dijo: "Este árbol les dará alimento con sus aceitunas. De ellas podrán sacar aceite para cocinar, para encender lámparas y para curar heridas. Su madera también es fuerte y útil".
La gente de la ciudad pensó y pensó. El caballo de Neptuno era emocionante, pero el olivo de Minerva ofrecía tantas cosas buenas y pacíficas para el día a día... ¡Eligieron el regalo de Minerva!
Y así, la ciudad se llamó Atenas, en honor a Minerva (que en Grecia se llamaba Atenea). Minerva se convirtió en la protectora de la ciudad y enseñó a sus habitantes muchas artes y oficios. Les enseñó a tejer, a construir, a pensar con claridad y a ser sabios. Y siempre que alguien tenía una buena idea o hacía algo con inteligencia y habilidad, ¡seguro que Minerva andaba cerca, sonriendo!
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