• La maldición de Casandra

    Mitología griega
    En la soleada tierra de Troya, donde el mar azul besaba la arena dorada, vivía una princesa muy especial. Se llamaba Casandra y era tan lista como hermosa.

    Un día, el dios Apolo, que era el dios del sol y también de las profecías (¡sabía lo que iba a pasar en el futuro!), vio a Casandra y pensó que era la joven más encantadora del mundo. Apolo quería mucho a Casandra y decidió darle un regalo increíble: el don de ver el futuro. ¡Imagínate poder saber lo que va a pasar mañana o la semana que viene!

    Apolo le dijo: "Casandra, te daré este maravilloso poder si me prometes ser mi amiga especial y darme un beso". Casandra, emocionada con la idea de conocer el futuro, aceptó enseguida. ¡Puf! De repente, Casandra podía ver imágenes en su mente de cosas que aún no habían ocurrido.

    Pero, justo después de recibir el don, Casandra cambió de opinión. Ya no quería ser tan amiga de Apolo ni darle ese beso. Apolo se enfadó muchísimo. Como era un dios, no podía quitarle el regalo que ya le había dado, ¡eso no se hacía! Pero sí podía añadirle algo. Así que, con voz fría, le dijo: "Está bien, Casandra. Seguirás viendo el futuro y siempre dirás la verdad. Pero aquí está mi toque especial: nadie, ¡absolutamente nadie!, te creerá jamás".

    ¡Qué faena! Casandra ahora podía ver el futuro, pero cada vez que intentaba avisar a la gente de algo malo que iba a pasar, nadie le hacía caso.

    Un día, vio que unos enemigos de Troya iban a dejar un caballo de madera gigante a las puertas de la ciudad. Ella sabía que dentro del caballo había soldados escondidos, ¡era una trampa! Corrió a avisar a su padre, el rey, y a todos los troyanos: "¡No metáis ese caballo en la ciudad! ¡Es peligroso! ¡Traerá nuestra destrucción!".
    Pero todos se rieron o la miraron como si estuviera un poco loquita. "¡Ay, Casandra, siempre con tus historias!", decían. Y, claro, metieron el caballo.
    Esa noche, los soldados salieron del caballo y la ciudad de Troya fue atacada y destruida, tal como Casandra había predicho. Ella lloró mucho, no por tener razón, sino porque nadie la había escuchado y su hogar estaba en ruinas.

    Después de la caída de Troya, Casandra fue llevada como prisionera a un país lejano por un rey llamado Agamenón. Incluso en el barco, Casandra tuvo visiones. Vio que a Agamenón y a ella misma les esperaba un final muy triste en su nuevo hogar. Intentó advertirle: "¡Rey Agamenón, ten cuidado! ¡Hay peligro en tu propia casa esperándote!".
    Pero Agamenón, como todos los demás antes que él, solo sonrió y pensó que la pobre princesa estaba muy triste y confundida por todo lo que había pasado. No le hizo ni pizca de caso.

    Y, tristemente, una vez más, las predicciones de Casandra se hicieron realidad. Tanto ella como el rey Agamenón tuvieron un final desafortunado, justo como ella lo había visto.

    Pobre Casandra. Siempre supo la verdad, pero vivió con la enorme tristeza de que nadie, nunca, la escuchara. ¡Qué difícil es tener un secreto tan importante y que nadie te crea cuando intentas ayudar!

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